jueves, agosto 28

Hombre Lobo


Un amigo, rescatando del recuerdo lecturas juveniles, me mandó un fragmento de la historia de un lobo. Domesticado, pero lobo al fin.

Dice Charbonneau-Lassay que el lobo se presentaba a los primeros simbolistas cristianos de Roma con una reputación deplorable. Que solo una loba entre todas las lobas escapaba al desprecio de la mayoría de los autores cristianos antiguos, y fue la que en la leyenda romana amamantó a los dos gloriosos gemelos Rómulo y Remo.


Con todo parece que Tertuliano, amonestaba a sus defensores que esa loba no era más que la imagen convencional de la prostituta Laurentina, “conocida en su tiempo con el nombre de Loba por sus prostituciones”. ¡Cortesana emérita…!”.

Incluso Constantino, que puso en sus monedas a la Loba romana con los dos niñitos y, encima de este conjunto, la cifra de Cristo, X y P, entre dos astros; y que otorga a esta composición simbólica todo el valor de una profesión de fe, debió limitarse a ponerla a los pies de Jesús.


Recién quinientos años mas tarde, Guido de Spoleto, rey de Italia y emperador de los romanos, ofrecía a la abadía de Rambona un díptico de marfil en el que la misma Loba romana sirve de sostén a Cristo en la cruz, esta vez la Loba imperial no tan sólo está a los pies del Crucificado, sino que lo lleva como en triunfo.

Quizás compartimos más de lo que pensamos con el lobo. y por eso acá va algo de la historia de Colmillo Blanco..



Colmillo Blanco estaba en camino de encontrarse a si mismo. A pesar de su madurez en cuanto a los años, y a la salvaje rigidez del molde que se le había formado, su naturaleza experimentaba una expansión. Florecían en él extraños sentimientos e impulsos involuntarios. Cambiaba su viejo código de conducta. Antes, tendía a buscar su comodidad y a evitar el sufrimiento, le repugnaban el dolor y el esfuerzo, ajustando siempre sus acciones a esas reglas. Ahora era diferente. Los nuevos sentimientos que le dominaban le inducían muchas veces a aceptar la incomodidad y el dolor por su dios. De madrugada, en lugar de dar vueltas o dedicarse a cazar, o echarse en un rincón abrigado, esperaba en los desabridos escalones de la cabaña sólo para ver la cara del hombre. De noche, cuando volvía, Colmillo Blanco abandonaba el plácido lugar donde dormía, que él mismo se había construido en la nieve, sólo para gustar de la caricia en la cabeza o para oír las palabras de saludo. Hasta olvidaba la carne, la misma carne, para estar con él, o para recibir una caricia, o para acompañarle a la ciudad. El amor había reemplazado a la gana, pues era la senda que podía llegar a las capas más profundas de su ser, hasta donde nunca había alcanzado la segunda, pero de donde emergía ahora, como respuesta, aquélla cosa nueva. Devolvía lo que se le daba. Ciertamente este era un dios del amor, radiante y lleno de afecto, a cuya luz, la naturaleza de Colmillo Blanco se expandía como una flor al sol.
Pero no demostraba sus afectos con grandes extremos. Era demasiado viejo para eso, su carácter había adquirido ya demasiada rigidez para que pudiera expresarse en forma desusada. Poseía un dominio demasiado grande de si mismo, se sentía demasiado fuerte en su propio aislamiento. Había cultivado durante mucho tiempo la reticencia, la soledad y el mal humor, lo que hacía imposible que cambiara ahora. Nunca había aprendido a ladrar en su vida y ya no podía hacerlo, ni siquiera para saludar a su dios. Nunca se cruzaba en su camino, la expresión de su afecto nunca era extravagante o tonta. Nunca corría a su encuentro, sino que esperaba a una cierta distancia, que mantenía siempre, pues en todo momento se le encontraba cerca de él. Su amor parecía algo así como una adoración, muda, profunda, silenciosa. Expresaba sus sentimientos sólo mediante la luz de sus ojos, que seguían sin cesar todos los movimientos de Scott. A veces, cuando su amo le hablaba, demostraba estar poseído de una cierta clase de vergüenza, causada por la lucha de su amor que quería expresarse y su incapacidad física para demostrarle

martes, agosto 26

Serpiente y paloma


Dos cosas son necesarias para los que son enviados como ovejas en medio de lobos: la sabiduría de la serpiente y la simplicidad de la paloma.

Vemos que, así como la naturaleza a veces hace a un animal como compuesto de dos, teniendo de uno la insidia y de otro la mansedumbre; y así lo insidioso se modera con la mansedumbre, como vemos en el (gugulus), que se compone del gavilán (sparverius) y la paloma; el gavilán caza las aves pequeñas y las devora, lo cual se da en menor escala en el gugulus, que no caza las aves, sino que busca los huevos y los come, poniendo en su lugar los suyos, y así en la época de nidificación, las aves pequeñas luchan contra él. Así hace el Señor: con elementos diversos construye algo, de modo que toma lo bueno de uno y de otro y los modela uniéndolos en uno solo, y así, para que la prudencia de la serpiente no se vuelva astucia, sino que se mantenga en la provisión del bien, lo une a la simplicidad de la paloma. Por esto la prudencia de la serpiente permanece siendo prudencia, y no se convierte en astucia, que se refiere al mal. La prudencia de la serpiente es tal, que sagazmente conoce y elige aquellas cosas con las cuales humildemente o más bien arrastrándose (serpendo) se dirige a tomar el antídoto contra el veneno de la antigua serpiente.


Alberto Magno.Tomado de Guía de contemplativos


viernes, agosto 22

Newman. "Esperando a Cristo"


Al cristiano verdadero “Se le aplica aquello de San Pablo, ‘Todo me es lícito’; pero no todo conviene. ‘Todo me es lícito’; pero yo no dejaré que nada me domine” (I Cor. VI:12). Sabe cómo “usar del mundo sin abusar de él”. No depende de cosa alguna de este mundo. No confía en sus maravillas contrarias a la Palabra revelada. “Al alma fiel le conservarás la paz, la paz porque en Tí confía” (Is. XXVI:3). Tal es la promesa que se le ha hecho. Y si mira hacia el mundo para buscar alguna cosa, no es para buscar lo que no sabe, sino lo que ya sabe. No buscará allí a un Señor y a un Salvador. Ha “encontrado al Mesías” mucho tiempo ha. Y allí lo está buscando. El Señor mismo le ha mandado buscarlo entre los signos del mundo, y el cristiano hace caso. El Señor mismo le ha mostrado en el Antiguo Testamento cómo El, el Señor de la Gloria, condesciende y se humilla hasta esconderse entre las cosas del cielo y de la tierra. Sabe que los Ángeles de Dios están en el mundo. Sabe que alguna vez incluso se manifestaban con formas de hombre. Sabe que el Hijo de Dios, alguna vez, vino al mundo. Sabe que El ha prometido a Su Iglesia la presencia de una milagrosa obra y que nunca deshizo su promesa. Y lo que es más, lee, en el Apocalipsis lo que le basta, no tanto por adivinar lo que se viene sino para constatar cómo de ahora en más un sistema secreto y sobrenatural funciona debajo de esta escena visible. Y por tanto, busca a Cristo, anda a la caza de sus Providencia actuales y ansía su Segunda Venida. Y aunque frecuentemente se ve defraudado en sus expectativas, no se resigna a dejar de lado sus ilusiones de ver cosas admirables que han de suceder sobre la tierra, y aun cuando se demoran, recurre a las palabras del Profeta y se consuela con ellas:

Estaré en pie sobre mi atalaya,

Me apostaré sobre la muralla,

Y quedaré observando para ver

Qué me dirá Yahvé

Y qué responderá a mi querella.

Y respondióme Yahvé, y dijo:

Escribe la visión, grabándola en tablillas,

Para que se pueda leer corrientemente.

Porque la visión tardará en cumplirse

Hasta el tiempo fijado,

Llegará a su fin y no fallará;

Si tarda, espérala.

Vendrá con toda seguridad, sin falta alguna. (Hab. II:1-3)


Newman. "Esperando a Cristo"

Ver versión completa y más traducciones en Jack Tollers

jueves, agosto 21



No se si estará muy bien,

esto e’ cortar pedazos,

y pegar tantos hachazos

en un corto santiamén,

pero esto es almacén

Y los frascos son … chicos

(Como verán, nuevamente, solo soy almacenero y no se me da la payada)




Pero en ese punto mesmo
sentí que por las costillas
un sable me hacía cosquillas
y la sangre me heló;
dende ese momento yo
me salí de mis casillas.

Di para atrás unos pasos
hasta que pude hacer pie;
por delante me lo eché
de punta y tajos a un criollo;
metió la pata en un hoyo,
y yo al hoyo lo mandé.

Tal vez en el corazón
le tocó un santo bendito
a un gaucho, que pegó el grito
y dijo: ¡Cruz no consiente
que se cometa el delito
de matar a un valiente!

Y ahi no más se me aparió,
dentrándole a la partida;
yo les hice otra embestida
pues entre dos era robo;
y el Cruz era como lobo
que defiende su guarida.

Uno despachó al infierno
de dos que lo atropellaron;
los demás remoliniaron,
pues íbamos a la fija,
y a poco andar dispararon
lo mesmo que sabandija.

Ahí quedaron largo a largo
los que estiaron la jeta;
otro iba como maleta,
y Cruz de atrás les decía:
que venga otra polecía
a llevarlos en carreta.

Yo junté las osamentas,
me hinqué y les recé un bendito,
hice una cruz de un palito
y pedí a mi Dios clemente
me perdonara el delito
de haber muerto tanta gente.

Dejamos amotonaos
a los pobres que murieron;
no sé si los recogieron,
porque nos fuimos a un rancho,
o si tal vez los caranchos
ahi no más se los comieron.

Lo agarramos mano a mano
entre los dos al porrón:
en semejante ocasión
un trago a cualquiera encanta;
y Cruz no era remolón
ni pijotiaba garganta.

Calentamos los gargueros
y nos largamos muy tiesos,
siguiendo siempre los besos
al pichel, y por mas señas,
íbamos como cigüeñas
estirando los pescuezos.

Yo me voy, le dije, amigo,
donde la suerte me lleve,
y si es que alguno se atreve,
a ponerse en mi camino,
yo seguiré mi destino,
que el hombre hace lo que debe.

Soy un gaucho desgraciao,
no tengo donde ampararme,
ni un palo donde rascarme,
ni un árbol que me cubije:
pero ni aun esto me aflige
porque yo sé manejarme.

Antes de cair al servicio,
tenia familia y hacienda;
cuando volví, ni la prenda
me la habían dejao ya.
Dios sabe en lo que vendrá
a parar esta contienda.

***

MARTIN FIERRO

José Hernández

martes, agosto 19

Ni rico, ni pobre


Eduardo evocó, entre otros, un fragmento de la novela "Brideshead Revisited"

Acá solo traigo otro pedazo de novela

Luego de oír atentamente como Cordelia contaba las desventuras de su hermano Sebastián en el norte de África, donde había acabado como lego de un monasterio, Charles exclama:

- ¡Pobre Sebastián! –dije- Es demasiado penoso. ¿Cómo terminará?

- Creo que te lo puedo decir exactamente, Charles. He visto a otros como él, y creo que están muy cerca y son muy queridos por Dios. Seguirá viviendo, mitad dentro, mitad fuera de la comunidad, una figura familiar ambulando con su escoba y sus llaves. Será gran favorito de los padres ancianos, objeto de burla para los novicios. Todos sabrán que bebe; desaparecerá por dos o tres días al mes, y todos moverán la cabeza y se sonreirán y pronunciarán en varios acentos: “El viejo Sebastián anda de juerga otra vez”, y luego regresará, desgreñado y avergonzado, y se mostrará muy devoto durante uno o dos días en la capilla. Probablemente tenga sus escondites en el jardín donde guardar una botella y tomar un trago de cuando en cuando. Cuando reciban a un visitante de habla inglesa lo usarán de guía, y se mostrará tan encantador que este, antes de irse, indagará sobre su pasado y quizás una idea de sus distinguidas relaciones en la madre patria. Si vive lo bastante, generaciones de misioneros, en los lugares mas remotos, pensarán en él como en un sujeto extraño que era algo de la Esperanza de sus días de estudios, y le recordarán en sus misas. Desarrollará pequeñas excentricidades de devoción, intensos cultos personales; le hallarán en la capilla a extrañas horas, pero nunca cuando corresponda. Luego, una mañana, tras una de sus borracheras, lo recogerán agonizante en la verja; y cuando le administren los sagrados sacramentos, con el temblor de un párpado dirá que está consciente. No es tan mal fin para una vida.

Pensé en aquél muchacho jovial, con su oso de juguete al brazo, paseando por entre los castaños en flor.

- No es lo que se le predijo – murmuré -. Pero ¿verdad que no sufre?

- ¡Oh!, si, creo que si. Es inconcebible su sufrimiento, verse así acabado, mutilado…, sin dignidad, sin voluntad. Nadie que no sufra puede ser santo. Y en él el sufrir ha tomado ese cariz… He visto tanto padecer en los últimos años; nos espera tanto más a todos nosotros… Es la primavera del amor…-y luego, condescendiente con mi paganismo, añadió- : Está en un lugar encantador, ¿sabes?, junto al mar…, claustros blancos, una torre de campanario, hileras de hortalizas verdes y un monje que las riega cuando desciende el sol.

viernes, agosto 15

Sub tuum praesidium


Sub tuum praesidium confugimus,

Sancta Dei Genitrix.

Nostras deprecationes ne despicias

in necessitatibus,

sed a periculis cunctis

libera nos semper,

Virgo gloriosa et benedicta.

Amen.

jueves, agosto 14

SANTA JUANA. Políticamente incorrecta




ORACIÓN A SANTA JUANA DE ARCO

Se invoca a Santa Juana de Arco, patrona de Francia. Si bien el texto que sigue, como es obvio, está dirigido a franceses y a los problemas de Francia, seguramente servirá para la reflexión de muchos otros en varias partes de nuestro atribulado y globalizado mundo actual.

ORACIÓN

Porque vos sois santa, ya habéis hecho milagros y sabéis como hacerlos, entonces, voy a pediros que hagáis uno para nosotros. No. Como vos sois una gran santa, voy a pediros que hagáis diez, muy grandes y portentosos:

PRIMERO: Santa Juana, voy a pediros que hagáis que todos los franceses se enamoren de Francia. No de la América insidiosa, ni del Oriente fascinante, ni del Islam seductor. De Francia, de la dulce Francia.

SEGUNDO: Santa Juana, os pido que hagáis que todos los franceses inspiren de nuevo a todas las francesas el deseo de llevar sus hijos hasta su nacimiento, de parirlos, de alimentarlos, de educarlos, de hacerlos franceses, lo que nos ahorrará, entre otras cosas, la necesidad de alentar una inmigración que sabemos integrar tan mal.

TERCERO: Quisiera pediros que tengáis un pensamiento para nuestra bella lengua francesa. Devolvednos el subjuntivo y el indicativo. Sacad la torpeza de algunas bocas contemporáneas, sobre todo de las de muchos jóvenes, y actores en boga. Haced que empecemos de nuevo a decir "buenos días" y no "buenas...". Tratad de evitarnos los anglicismos y los americanismos, y no sólo en el vocabulario, sino, sobre todo, en los giros de esas frases contranatura que nos inspiran las lenguas anglosajonas. En cuanto a los que dicen "graficar", "explicitar" o "a nivel de", haced que el diablo los confunda. Si me animara Juana, si me animara — pero yo sé que exagero — os pediría tímidamente que resucitéis también, aunque más no fuera esporádicamente, el imperfecto del subjuntivo.

CUARTO: Os pido Santa Juana, que los franceses vuelvan a ser frondistas, burlones, indisciplinados, escépticos; que no se dejen más llenar la cabeza ni lavar el cerebro, que no se dejen engañar groseramente, que tengan de nuevo el pícaro placer de esquivar los clavos, que se acuerden del viejo dicho picardo "desconfía", que apliquen el método perigourdin "cuanto más me miro más me entristezco; cuanto más me comparo más me tranquilizo". Que no se olviden que decir "sí", es bajar la cabeza, que decir "no" es levantar la frente.-

QUINTO MILAGRO: Haced, os suplico, que los franceses no se vuelvan una plebe irresponsable — preocupada por sus "derechos a", y ya no más por sus "deberes de"— perpetua beneficiaria de la asistencia pública, por lo tanto esclavizada, no conociendo más que dos categorías: todo lo que no está prohibido es obligatorio y todo lo que no es obligatorio está prohibido. Yo quisiera ver a los franceses no liberales ni libertarios, sino libres. Liberados. Exentos de cargas. Franceses que hayan vuelto a ser franceses.-

SEXTO MILAGRO: Os pido que nos devolváis el respeto debido a la edad. En primer lugar, yo tengo en ello personal interés y, después, el respeto a la edad es lo que caracteriza el refinamiento del corazón: poco importa si el respetado es un decrépito inservible; es el respetuoso el que gana respetando, o, al menos, empleando los gestos exteriores de respeto.

¿Que quiere Ud? ¡Me molesta constatar que, con mi barba blanca, sólo los negros me ceden el asiento en el subterráneo! Yo me niego, claro, pero a la larga eso va a terminar por hacer que me vuelva racista. Racista pro-Negro; por supuesto.

A propósito del racismo,

SÉPTIMO MILAGRO. Yo quisiera ver suprimido en Francia el racismo puritano anti-fumador y anti-bebedor, que se apodera de nuestro país. En fin, es afligente. Ud entra en un restaurante, y lo primero que le preguntan es "¿Fumadores o no fumadores?" Y cuando Ud. dice "No fumadores" como yo, uno siente enseguida la aprobación del joven maître d'hôtel. Enseguida, cuando son dos comensales y Ud. ordena el vino, él le pregunta con un tono incitativo: "¿Una media botella?" y, si uno contesta, como yo, "No, una botella entera... para empezar", el joven maître d'hôtel oculta apenas su reprobación o sonríe con indulgencia como si se tratara de una broma de mal gusto.

Muy pronto, en los restaurantes preguntarán "¿bebedores o no bebedores?" y habrá un rincón reservado para parias alcohólicos, en tanto que en las mesas para la gente decente, los sodomitas, los pornógrafos y los drogados, triunfantes, beberán sólo agua. Evitadnos eso, Santa Juana.

OCTAVO MILAGRO: Santa Juana, yo quisiera también ver la administración de justicia volver a normas humanas. Si hay un conflicto entre un empleado y un empleador, yo no quisiera que el empleado haya ganado de antemano, como lo recomienda el sindicato de la magistratura. Si chicos pervertidos por la televisión denuncian a sus educadores por prácticas sexuales prohibidas, yo quisiera que se hiciera una investigación seria. Si un asaltante armado entra en mi casa y yo tiro mejor que él, no quisiera pasar por un asesino.

NOVENO MILAGRO: Haced Santa Juana, os suplico, que Francia pueda permitirse citar al general Cambronne*. Y que no sea solamente el 1º de agosto y no solamente al Rey de Inglaterra. Haced que sea todos los días del año y 366 días en los bisiestos, y haced que sea a todas las potencias de la tierra, si nos faltan el respeto. Espero Santa Juana que no os sea chocante. Vos habéis debido escuchar otras cuando comandabais a vuestros troperos medioevales.

ULTIMO MILAGRO: Santa Juana, os pido que nos deis una aventura. Una aventura grande y noble. Una aventura a la medida de Francia, como la que nos disteis en la época de la guerra de Argelia, chance prodigiosa ofrecida a Francia, y en particular a la juventud francesa, que tiene necesidad de sacrificarse: si todos no son retenidos por el martirio, los que lo son ennoblecen a los otros. En Argelia las circunstancias más favorables para un martirio útil estaban reunidas.

Haced que corramos peligros, que la vida se vuelva exaltante y dura, que olvidemos nuestras cuentas bancarias, nuestras libretas de caja de ahorro, nuestras cadenas de hi-fi, nuestras vacaciones, nuestra manía de movernos, nuestras paritarias, nuestros barbitúricos, nuestras normas europeas ... y vuelva santa Juana, a enarbolar vuestro estandarte y a ponerse a la cabeza de los que la seguirán.

Habrá, Santa Juana, habrá.

Y tal vez más de los que pensamos.

VLADIMIR VOLKOFF

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Notas del Traductor:

* Pierre CAMBRONNE, general francés, nacido en Nantes (1770-1842). Comandó en Waterloo uno de los últimos cuadros de la Vieja Guardia. Intimado a rendirse, respondió: "La guardia muere y no se rinde". Según la versión de un testigo ocular, que estaba a su lado, luego de varias intimaciones, respondiendo siempre lo mismo ("La guardia muere..."), cuando ya la situación era desastrosamente insostenible, a la última intimación, esta vez del general inglés y de sus soldados, contestó con un rotundo "¡Merde!", conocido desde entonces como "la palabra de Cambronne".


Fuente
Dr. Enrique Martín Pouyssegur
puysegur@speedy.com.ar
Mar del Plata
ARGENTINA

martes, agosto 12

AMISTAD


AMISTAD

Yo tenía tres amigos. Uno me regalaba plata. Era un buen amigo.

El otro una vez me puso la mano sobre la mano y me dijo:

- Si me matan yo me haré matar por vos.


- ¿Por vos o con vos? - le dije.


- Con vos-. Y no mentía.


El tercer amigo cuando iba a verlo se ponía alegre.

Yo también me ponía alegre. Y estábamos alegres todo el tiempo.


Era mi mejor amigo.

Leonardo Castellani.
Camperas.

viernes, agosto 8

Compás de higuera



Hace un tiempo escribí lo que sigue.
Algunos me dijeron que puede conservarse.
No se si tendrá virtud curativa ni tampoco si sirve para algo.
Vosotros veréis.

Salí esta mañana de casa sin pensar en nada. La bruma y la humedad no son mis mejores amigas, en los días laborables.

Ni hablar de la pegajosa garúa.

Mientras paseaba hacia el tren descubrí que habían sacado un árbol en la vereda de una playa de estacionamientos y escuché (quizás un poco impúdicamente) las alabanzas del propietario, al factor de esa labor.

El “paraíso” había reventado el canterito, rompiendo la vereda, al que los orcos confinaron su existencia forzando malformaciones de raíz y tronco.

Hace unos meses habían hecho lo mismo con dos tilos que había a la entrada de mi actual tienda.

Me acordé de las enredaderas que en Isengard no dejaron piedra sobre piedra en la batalla de los Ents y, con resignación, continué mi camino mascullando cosas sobre la oscuridad, los orcos y esas cosas que entretienen mi cabeza.

Ya en el tren, me enfrasqué en la lectura. En el único lugar donde se puede respirar los días húmedos es en el furgón. Al tener ventanas, y carecer de presurización aireacondicionadística, una brisa natural puede darnos su hálito vivificante para llegar con vida a la terminal.

Al llegar, del libro salieron cosas maravillosas que no quería dejar de leer y me quedé pensando.

Newman, un inglés sabio como un Padre, descubre que

“Cada ráfaga de aire, y rayo de luz y calor, toda bella perspectiva, son por así decir, las orlas de las vestiduras, la ondulación de la ropa de aquellos cuyos ojos ven a Dios”.

se pregunta por los pensamientos de un hombre que

“al examinar una flor, una brizna de hierba, o una guija, o un rayo de luz, cosas que él trata como tan por bajo de si mismo en la escala de la existencia, descubriera súbitamente estar en presencia de un ser poderoso que estuviera oculto detrás de las cosas que estaba examinando; un ser que escondiendo su sabia mano, estaba dándoles belleza, gracia y perfección, como instrumento de Dios para ese fin; es más, un ser cuyo ropaje y ornamentos eran esos mismo objetos que tan ávidamente analizaba”.

Cerré el libro y pensando en esas cosas empecé a caminar la plaza que separa esa estación del norte de mi rutinario viaje matinal.

Al entrar en la avenida, sobre una pequeña pared, vi un derrumbe.

Una semilla de ceibo intentando abrirse camino entre el muro venció su resistencia y se hizo fuerte luchando contra el asfalto y los ruidos, pese a conocer que sus días en ese paraje son mas que contados. Ya tenía dos claros brotes con sus hojas y elevaba su verde al cielo, aunque a poca altura.

A muy pocos metros de ese drama, una higuera.

Como en todos los inviernos, supuse (antes de mirarla), ya no tendrá en sus ramas lúgubres el frescor de sus hojas. Esas con las que otrora taparon su desnudez nuestros primeros padres.

Era cierto. Pelada como un penado, la higuera desplegaba su desnudez raquítica.

Sin embargo, unos faros verdes llamaron mi atención rezagando mis pasos.

¡No podía ser que a esta altura del año, a pocos días del invierno, hallase verde en esa planta!.

Pero si. Había tres gotas verdes al final de los ralos gajos de sangre seca.

La higuera tenía tres higos, y tres higos generosos.

Sorprendido, me quedé pensando, ¿Serán fruto del “calentamiento global”?.

¿Estamos con temperaturas desordenadas para la época y esta higuera no sabe ya que hacer?

¿Da frutos en invierno respondiendo al cambio climático?.

Dudando de mis conocimientos meteorológicos, recordé la parábola de la Higuera estéril...

«Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?" Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas."»

y también la maldición de la higuera de Betania

“Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; porque no era tiempo de higos. Tomando la palabra le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!» Y sus discípulos lo oyeron”...

“Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca.».

... y fue ahí cuando recordé que había otra referencia de Cristo a una higuera y voilà

«Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Haciendo un enramado de los tres pasajes, me dio por pensar que la pobre higuera de Comodoro Py, no quería seguir la misma suerte que su anciana prima de Betania.

Pese a no tener quien la abone y riegue, ni quien le carpa la tierra, estaba preparando sus frutos para “cuando guste mandar” a Quien viene a buscarlos.

Ante mi costado de “Refutador de leyendas” ese pensamiento se presentó como una humanización del vegetal, de suyo incapaz de reconocer la Divinidad, y menos de prever la necesidad de contar con frutos para no ser maldecida en la Segunda Venida.

Pero resulta que el mismo Cristo dice que debemos observar sus brotes para prever el verano.

¿Si pueden predecir esa llegada, no podrán predecir La Llegada?

¿No será un nuevo signo que, por la anomalía climática, por la información genética que trajera de antaño o por la intervención del “un ser cuyo ropaje y ornamentos eran esos mismo objetos que tan ávidamente analizaba” dice, en silencio, no pocas cosas en estos tiempos de ruidos y rumores?

¿Quizás solo es una higuera urbana y trastocada y yo debería dejarla al costado todas las mañanas sin prestarle atención mirando que ningún camión me pase por encima y nada más?

Pero quizás nos estén llenando de asfalto y cortando los pocos árboles que nos quedan y, privándonos de los signos necesarios para discernir la llegada del Estío Final, no lo veamos venir.

miércoles, agosto 6

¿Resistir o atacar?


¡Ay de los corazones flacos y las manos caídas,
del pecador que va por senda doble!
¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza!
por eso no será protegido.
¡Ay de vosotros que perdisteis el aguante!
¿Qué vais a hacer cuando el Señor os visite?

Eclesiástico 2, 12-14











Un relato que Varsonofij había contado a menudo es resumido por El Señor Z en cuatro palabras de la siguiente manera.

“ Dos anacoretas se habían establecido en el desierto de Nitria para buscar la salvación. Sus grutas eran vecinas, pero ellos no se hablaban nunca; alguna vez leían juntos los salmos. Transcurrieron así muchos años y su gloria empezó a difundirse por todo Egipto y en los países circundantes. En una ocasión, sin embargo, el diablo consiguió introducir en sus almas el mismo propósito, contaminándolas a ambas. Sin decirse nada, los dos eremitas se dedicaron a fabricar cestas y esteras trenzando ramas y hojas de palmera. Luego se dirigieron juntos a Alejandría. Allí vendieron sus artesanías y durante tres días y tres noches se mezclaron con borrachos y prostitutas. Después volvieron a su desierto. Uno de ellos empezó a sollozar y a atormentarse.

¡Estoy perdido, maldito por siempre! Después de esta bestialidad y esta suciedad no podré volver a rezar a Dios. He desperdiciado sin fruto todos mis ayunos, todas mis vigilias, todas mis oraciones, ¡en un solo instante lo he echado todo a perder irremediablemente!

El otro monje caminaba junto a él y cantaba los salmos con voz radiante.

─ ¿Pero qué te sucede, es que te has vuelto loco?

─ ¿Por qué?

─ ¿Cómo es posible que no te lamentes?

─ ¿Porqué debería lamentarme?

─ ¿Y Alejandría?

─ ¿Qué pasa con Alejandría? Sea loado el Altísimo que protege esa famosa y piadosa ciudad.

─ ¿Pero que hicimos en Alejandría?

─ Sabemos perfectamente lo que hicimos en Alejandría: vendimos nuestras cestas, fuimos a venerar a San Marcos, a visitar otras iglesias; después nos encaminamos al palacio del devoto gobernador de la ciudad y finalmente conversamos con doña Leonila, que admira tanto a los monjes.

─ ¿ Y no pasamos la noche en un burdel?

─ ¡Dios nos guarde! Pasamos la tarde y la noche en el palacio del patriarca.

─ ¡Santos Mártires! Ha perdido la razón… ¿y el vino, dónde lo bebimos?

─ Tomamos vino en el refectorio del patriarca, con ocasión de la fiesta de la Presentación en el templo de la Santísima Madre de Dios.

─ ¡Desgraciado! ¿Y a quien besamos, por no hablar de cosas peores?

─ Con un beso santo honramos el momento de la despedida del padre de los padres, el beatísimo arzobispo de la gran ciudad de Alejandría y de todo el Egipto, Libia y de la Pentápolis y juez universal, Timoteo, y con él a todos los padres y hermanos de su clero elegido por Dios.

─ ¿Pero me estás tomando el pelo? ¿O es que, después de las infamias de los días pasados, el demonio se ha apoderado de ti? ¡Tú besaste a obscenas prostitutas, desgraciado!

─ No sé de quien se ha apoderado el demonio: si de mí, que me alegro de los dones de Dios y de la benevolencia manifestada por los jerarcas de su Iglesia y alabo al Creador y a toda su obra, o si de ti que montas en cólera y llamas burdel a la casa de nuestro beatísimo padre y le insultas, a él y a su clero devoto de Dios, como si se tratasen de prostitutas.

─ Tú eres un hereje, un hijo de Arrio, en tu boca resuena la abominación de Apolinar.

El eremita que se afligía de su caída se lanzó entonces sobre su compañero y comenzó a pegarle violentamente. Después, en silencio, ambos volvieron a sus cuevas. Uno se atormentó toda la noche, haciendo resonar por todo el desierto sus gemidos y lamentos, arrancándose los cabellos, tirándose por tierra y golpeándose la cabeza; el otro, por el contrario, cantó los salmos sereno y alegre. A la mañana siguiente el monje penitente pensó en lo siguiente: «gracias a una ascesis de muchos años había conseguido una gracia particular del Espíritu Santo que ya empezaba a manifestarse con signos y milagros; pero ahora me he abandonado a la carne y he pecado contra el Espíritu Santo, y esto, según la palabra de Dios, no puede ser perdonado ni en esta vida ni en la futura. He echado las perlas de la pureza celestial a los cerdos de mi mente, esto es, a los diablos, que las han pisoteado y ahora se han vuelto contra mí para despedazarme. Pero si, pase lo que pase, estoy perdido, ¿para que quedarme en el desierto?». Entonces se marchó a Alejandría, donde llevó una vida disoluta. Finalmente, un día que necesitaba dinero, robó y mató a un rico mercader junto a otros disolutos de su calaña. El crimen fue descubierto y él, procesado y condenado a la pena capital, murió sin confesarse. Mientras tanto, su antiguo compañero, que había continuado llevando una vida ascética, consiguió un alto grado de santidad y alcanzó la celebridad por sus grandes milagros. Una palabra suya bastaba para que mujeres estériles concibieran y dieran a luz hijos. Y cuando murió, fue como si su cuerpo macilento y reseco refloreciera de belleza y juventud, iluminándose y llenando el aire de un aroma perfumado. Tras su muerte, sobre sus milagrosas reliquias, se erigió un monasterio; y su nombre llegó de Alejandría a Bizancio, y de aquí a los calendarios eclesiásticos de Kiev y Moscú.

«Esto significa», añadía Varsonofij, «que tenemos razón al decir que ningún pecado es una verdadera desgracia, excepto el del desconsuelo. Aquellos dos eremitas habían pecado juntos, pero sólo pereció aquél que se había abandonado al desconsuelo».”