lunes, noviembre 24

Dolor de amigos


Dolor complicado.
Ausencia prolongada. Trabajo sin hacer.
Y que v'acer?
Pedir ayuda sería buena cosa. Y mucho mejor recibirla.

Así dicen que son las cosas en la posmodernidad.

¿Y donde encontrar consuelo? .




¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la compasión de los amigos?

Parece que no porque:

1. Los efectos de los contrarios son contrarios. Pero como dice San Agustín en VIII Confess. : Cuando el gozo es de muchos, en cada uno de ellos es el gozo más abundante, porque se enfervorizan y se inflaman unos a otros. Luego, por la misma razón, cuando muchos se entristecen a la vez, parece que la tristeza es mayor.


2. La amistad exige que se devuelva amor por amor, como dice San Agustín en IV Confess. Pero el amigo que se conduele se duele del dolor del amigo afligido. Luego el dolor mismo del amigo que se conduele es causa de nuevo dolor para el amigo que ya se dolía de su propio mal. Y así, duplicado el dolor, parece crecer la tristeza.


3. Todo mal del amigo contrista como mal propio, porque el amigo es otro yo . Pero el dolor es un mal. Luego el dolor del amigo que se conduele aumenta la tristeza del amigo a quien compadece.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IX Ethic., que el amigo que se compadece en las tribulaciones consuela.

Respondo:
El amigo que se conduele en las tribulaciones es naturalmente consolador. De lo cual da dos razones el Filósofo en IX Ethic.

La primera de ellas es porque, siendo propio de la tristeza el apesadumbrar, implica la idea de cierto peso, del cual procura aligerarse quien lo sufre. Así, pues, cuando alguien ve a otros contristados de su propia tristeza, se hace como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga, como si se esforzaran en aliviarle del peso, y, por eso, lleva más fácilmente la carga de la tristeza, como también ocurre en la transportación de las cargas corporales.

La segunda y mejor razón es que, por el hecho de que sus amigos se contristan con él, entiende que le aman, lo cual es deleitable, como se ha dicho anteriormente (q.32 a.5).

Luego, mitigando toda delectación la tristeza, según se ha indicado antes (a.1), se sigue que el amigo que se conduele mitiga la tristeza.

A las objeciones:

1. La amistad se manifiesta en uno y otro caso, esto es, alegrándose con el que se alegra y condoliéndose con el afligido. Y, por consiguiente, ambas cosas se hacen deleitables por razón de la causa.


2. Aún más: La contemplación de la del amigo de suyo contristaría, pero la consideración de su causa, que es el amor, más bien deleita.


3. La respuesta es evidente por lo dicho.

Santo Tomás de Aquino.
Suma Telógica, I.II q. 38

ADDENDA: Nunca pretendí ser original, pero...

¿A quien voy a convencer ahora que no había leído a Eduardo hablando de estas cosas?.

Y no lo había leído. Una lástima porque vale la pena leerlo.

martes, noviembre 18

Pesimismo en grajeas. (segunda parte)


Continuando con las grajeas acá va la segunda dosis. Esta vez apelando a la "conciencia social"



Y también es posible que Horacio tuviera razón; que fuera en sus tiempos cuando se inició el camino que llevó a Horatius sobre el puente de Heracleius en el palacio; que si Roma no se iba inmediatamente “a los perros”, los perros iban hacia Roma y su aullar lejano se oyó por primera vez en aquella hora de águilas alzadas; que había empezado un largo progreso que también era una larga decadencia, pero terminó en la Edad Media. Roma había vuelto a la Loba.


Digo que esta opinión puede al menos defenderse, aunque en realidad no es la mía; pero es suficientemente razonable para rehusar descartarla junto con la jovialidad barata del axioma corriente. Ha habido y puede haber algo como una decadencia social, y el único interrogante es, en un momento dado, si Bizancio había decaído y si Gran Bretaña está decayendo. Dicho con otras palabras, debemos juzgar cualquier caso de pretendida degeneración según sus propios merecimientos.


No constituye una respuesta decir lo que, por supuesto, es perfectamente cierto: que algunas personas tienen propensión natural a ese pesimismo. No las estamos juzgando a ellas, sino a la situación que juzgaron acertada o desacertadamente. Podemos decir que a los escolares les ha disgustado siempre tener que ir a la escuela. Pero existe una cosa que es una mala escuela. Podemos decir que los agricultores siempre se quejan del tiempo. Pero hay una cosa que es una mala cosecha. Y tenemos que considerar como una cuestión de hecho de cada caso, y no de sentimientos del agricultor, si el mundo espiritual de la moderna Inglaterra tiene en perspectiva una mala cosecha.


Ahora bien, las razones para juzgar amenazante y trágico el problema actual de Europa y especialmente de Inglaterra son razones enteramente objetivas y nada tiene que ver con esta disposición de ánimo de reacción melancólica.


El sistema actual, llamémoslo capitalismo o cualquier otra cosa, particularmente tal como existe en los países industriales, ya ha llegado a ser un peligro y se está convirtiendo rápidamente en una amenaza de muerte.


El mal se advierte en la experiencia privada más ordinaria y la ciencia económica más fría.


Para tomar primero la prueba práctica, no sólo lo sostienen los enemigos del sistema, sino que lo admiten sus defensores. En las disputas obreras de nuestro tiempo no son los empleados, sino los empleadores quienes declarar que el negocio anda mal. El hombre de negocios que prospera no está defendiendo la prosperidad: está defendiendo la quiebra, La causa a favor de los capitalistas es la causa contra el capitalismo.


Lo mas extraordinario es que su representante tiene que echar mano de la retórica del socialismo. Dice simplemente que los mineros o los obreros ferroviarios deben proseguir su trabajo “en beneficio del público”.


Se notará que los capitalistas ya no usan nunca el argumento de la propiedad privada. Se limitan por completo a esta especie de versión sentimental de la responsabilidad social general. Resulta divertido leer lo que dice la prensa capitalista sobre los socialistas que abogan sentimentalmente por gentes “fracasadas”. Y ahora el argumento principal de todo capitalista en toda huelga es el de que él mismo está al borde del fracaso.


Tengo una objeción simple a este argumento simple de los periódicos que hablan de huelgas y de peligro socialista. Mi objeción es que su argumento lleva derecho al socialismo. En sí mismo, no puede llevar a nada más.


Si los obreros deben seguir trabajando porque son servidores públicos, sólo puede deducirse que deberían ser servidores de la autoridad pública. Si el gobierno debe obrar en beneficio del público, y no hay más que decir, entonces es evidente que el gobierno debería encargarse de todo el asunto, y no hay más que hacer. Yo no cero que la cuestión sea tan simple como esto; pero ellos si lo creen.


No creo que este argumento a favor del socialismo sea concluyente. Pero según los anti-socialistas, el argumento prosocialista es concluyente. Hay que considerar solamente al público, y el gobierno puede hacer lo que le plazca siempre que considere al público. Presumiblemente puede hacer caso omiso de la libertad de los empleados y forzarlos a trabajar, tal vez encadenados. También es presumible que puede hacer caso omiso del derecho de propiedad de sus empleadores y pagar al proletariado si fuera necesario, con lo que saca de los bolsillos de aquéllos. Todas estas consecuencias se siguen de la doctrina altamente bolchevique que cada mañana pregona la prensa capitalista. Eso es todo lo que tienen que decir; y si eso es lo único que hay que decir, entonces lo otro es lo único que hay que hacer.


En el último párrafo se señala que abandonarnos a la lógica de los editorialistas que escriben sobre el peligro socialista sólo podría llevarnos derecho al socialismo. Y como algunos de nosotros se niegan sincera y enérgicamente a ser llevados al socialismo, hemos adoptado hace tiempo la alternativa más difícil: la de tratar de pensar en las cosas.


Y seguramente iremos a parar al socialismo, o a algo peor que se llamará también socialismo, o al simple caos y la ruina, si no hacemos un esfuerzo para ver la situación en su titalidad, aparte de nuestros enojos inmediatos.


Ahora bien, el sistema capitalista, bueno o malo, verdadero o falso, se apoya en dos ideas: la de que el rico siempre será sugificientemente rico para pagar salarios al pobre, y la de que el pobre siempre será bastante pobre para querer ser asalariado. Pero también supone que cada una de las partes está negociando con la otra, y que ninguna de las dos piensa en primer término en el público.


El dueño de un ómnibus lo explota a beneficio propio, y el hombre más pobre consiente en manejarlo a fin de procurarse una paga. De modo similar, el conductor de ómnibus no está henchido de un abstracto deseo altruista de manejar bien un ómnibus lleno de gente en vez de una caña veteada. No desea manejar ómnibus porque su manejo constituya las tres cuartas partes de su vida. Está haciendo su negocio por la paga mas alta que puede obtener. Ahora bien, el argumento favorable al capitalismo decía que, mediante ese negocio privado, se servía realmente al público. Y así fue durante un tiempo. Pero si tenemos que pedir a cualquiera de las dos partes que prosiga beneficiando al público, el único argumento original en pro del capitalismo se desploma por completo.


Si el capitalismo no puede pagar tanto como para tentar a los hombres para que trabajen, el capitalismo está, según lo principios capitalistas, en simple bancarrota.


Si un comerciante en té no puede pagar a los empleados y no puede importar té si no tiene empleados, su negocio quiebra y se acaba. En las antiguas condiciones capitalistas nadie dijo que los empleados deberían trabajar por menos a fin de que alguna anciana pobre pudiera tomar una taza de té.

lunes, noviembre 17

Buen caballo


¿Quiere Dios, acaso, que nos entristezcamos, quiere que despreciemos sus bienes, los bienes que nos da por la Naturaleza?

NO: quiere que gocemos de ellos, pero quiere también que estemos dispuestos a dejarlos, si Él lo pide.

Porque son de Él, como nosotros somos de Él.

Somos sus servidores. Somos su “cabalgadura”. Nos quiere buen caballo.

Cuando Él nos afloja las riendas, galopemos, cuando nos sujeta, sujetemos, cuando nos “vuelca”, volquemos. Toda nuestra potencia, toda nuestra energía vital, usémosla en su servicio.

Y como buen caballo, que no necesitemos de riendas ni de espuelas: respondamos a la leve presión de Sus piernas: a su Inspiración, más que a sus Mandatos.



Alonso de Escobar. Meditaciones ociosas.

miércoles, noviembre 12

Pesimismo en grajeas.


Recordando el mentado discurso de Obama quizás resulte oportuno traer al almacén un ensayo de G.K. Chesterton.

La cosa viene en grajeas, todavía no se cuántas. Las que sean necesarias, no sea que ose este almacenero recortar ni una brizna de semejante maravilla.


"Cuando por un momento estamos satisfechos, o hartos, después de haber leído las últimas noticias de los círculos sociales mas altos, o de los informes mas exactos de los tribunales de justicia más responsables, nos volvemos naturalmente al folletín del diario, que se llamará “Envenenado por su madre” o “El misterio del anillo de compromiso rojo” en busca de algo más tranquilo y más serenamente convincente, mas descansado, más doméstico y mas como la vida real."


"Pero a medida que vamos volviendo las páginas, al pasar de la realidad increíble a la ficción relativamente creíble, es probable que nos encontremos con una frase particular sobre el tema general de la degeneración social. Es una de las varias frases que parecen guardarse ya estereotipadas en las imprentas de los diarios. Como la mayoría de estas declaraciones sólidas, es de carácter consolador. Es como el encabezamiento “Esperanzas de Arreglo” por el cual nos enteramos de que las cosas están desarregladas; o ese asunto de “Renacimiento de la Industria”, que es en parte de lo que tiene que renacer periódicamente la industria periodística."


"El dicho al cual me refiero corre así: que los temores acerca de la degeneración social no deben inquietarnos, porque tales temores se han manifestado en todas las épocas; y siempre hay personas románticas y retrospectivas, poetas y demás basura, que miran atrás, a “felices tiempos viejos” imaginarios"."


"Lo propio de tales afirmaciones es que parecen satisfacer a la inteligencia; en otras palabras, lo propio de tales pensamientos es que nos impiden pensar. El hombre que así ha elogiado el progreso no cree necesario regresar jamás. El hombre que ha desechado una queja por vieja no considera necesario decir nada nuevo. Se contenta con repetir esta disculpa de las cosas existentes; y parece incapaz de ofrecer ningún otro pensamiento sobre el tema."


"Claro está, es bien cierto que esta idea de la decadencia de un Estado ha sido sugerida en muchas épocas y por muchas personas, algunas de ellas, por desgracia, poetas. Así, por ejemplo, a Byron, tan notoriamente taciturno y melodramático, de un modo o de otro se le había metido en la cabeza que las islas de Grecia eran menos magníficas en cuanto a artes y armas en los últimos tiempos de la dominación turca que en tiempos de la batalla de Salamina o La República de Platón. Así también Wordsworth, figura igualmente sentimental, parece insinuar que la república de Venecia no era tan poderosa cuando Napoleón la aplastó cual chispa agonizante como cuando su comercio y su arte llenaban los mares del mundo con un incendio de color. Muchos escritores de los siglos XVIII y XIX han llegado a insinuar quela España moderna desempeñaba un papel menos importante que la España de los tiempos del descubrimiento de América o de la batalla de Lepanto.


"Algunos más carentes de Optimismo, que es el alma del comercio, han hecho una comparación igualmente perversa entre las condiciones anteriores y últimas de la aristocracia comercial de Holanda. Otros han llegado a sostener que Tiro y Sidón no están tan en su apogeo como lo han estado; y una vez alguien dijo algo acerca de “las ruinas de Cartago”."


"En un lenguaje algo más sencillo podemos decir que todo este debate deja un hueco grande y evidente. Cuando un hombre dice: “La gente era tan pesimista como ustedes en las sociedades no ya decadentes, sino en las florecientes”, está permitido responder: “Sí, y la gente era tan optimista como usted en las sociedades realmente decadentes” Porque después de todo, había sociedades realmente decadentes."


"Es verdad que Horacio decía que cada generación parecía peor que la anterior, sobreentendiendo que Roma estaba perdida, en el preciso momento en que todo el mundo extranjero caía bajo las águilas. Pero es probable que un último y olvidado poeta de corte, elogiando al último Augústulo olvidado en la ceremoniosa corte de Bizancio, contradijera todos los rumores sediciosos de decadencia social, exactamente igual que nuestros periódicos, alegando que, después de todo, Horacio había dicho lo mismo".


G.K. Chesterton, El Perfil de la Cordura. "EL PELIGRO DE LA HORA"



lunes, noviembre 10

Obama y el Evangelio


OBAMA dice en su discurso de victoria que

“A aquellos, a aquellos que derrumbarían al mundo: os vamos a vencer”.

“A aquellos que buscan la paz y la seguridad: os apoyamos”.

“Y a aquellos que se preguntan si el faro de Estados Unidos todavía ilumina tan fuertemente: esta noche hemos demostrado una vez más que la fuerza auténtica de nuestra nación procede no del poderío de nuestras armas ni de la magnitud de nuestra riqueza sino del poder duradero de nuestros ideales; la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza firme”.

Sus arengas me trajeron ante los ojos estas largas letras que aquí dejo.

La tierra nunca ha sido un paraíso pero jamás ha sido, como hoy, un infierno.

Los hombres nunca han sido felices, pero jamás estuvieron como hoy, ten rabiosamente desesperados.
La vida para nadie ha sido una madre amorosa, pero jamás fuñe como hoy, una tan fiera enemiga.

Los ricos jamás han sido tan ricos, las bestias jamás han sido tan bestiales, los ciegos tan vacilantes, los dóciles tan indóciles, los patrones tan impotentes, los inquietos tan feroces.


Una experiencia de cinco años, un ciclópea experiencia de asesinato, de hurto, de mentira, de llanto, nos ha colocado frente a la anatomía de nuestro ser.

Todo por recomenzar.
Diez millones de hombres muertos por hombres, empudrecen bajo una tenue capa de tierra; veinte millones de hombres, elegidos por la peste, han sido escondidos en los cementerios; las ciudades quemadas por el fuego, destruidas por los terremotos, ensangrentadas por los hermanos, pobladas de hambrientos, de frenéticos, de envidiados y de envidiosos, de rostros enloquecidos, de vivos enmudecidos, asemejándose a las necrópolis de una quiebra orgiástica y sobrenatural; el fondo de los mares está sembrado de trigo que no florecerá jamás y que habría proporcionado pan a pueblos enteros durante inviernos y primaveras; los imperios con sus emperadores, los reinos con sus reyes, han caído en el tiro al blanco de la historia bajo los disparos de los fusiles que ellos mismos habían ordenado fabricar; y las mujeres han muerto y también los niños, antes de haber comprendido que era un bien el morir.

Y luego de esta anticipación titánica de la Gehena, todo ha recomenzado como antes.

Los hombres han continuado en el mentir y el matar. Han mentido, para así poder más tranquila y eficazmente matar, y siguen matando para no confesar sus mentiras. En 1914, cansados de odiarse, los pueblos de la civilización comenzaron a masacrarse cada uno en familia. Aún no existen ni suficientes muertos para saciar su hambre, ni suficientes mentiras para calmar sus inquietudes. Se ha considerado que la manía de poseer más dinero, más tierras, mas cosas, ha llevado al exterminio y a la miseria; que cada metro de tierra ha sido pagado con toneles de sangre y que las cosas, como materia infecta, han muerto a quien las poseía.
No importa. Se piensa únicamente en adquirir dinero, en aumentar las posesiones y las cosas. Los individuos como los pueblos, en lo bajo y en lo alto. Caliban está en el mismo camino de Mamón.

El presidente victorioso y el siervo enriquecido poseen la misma psicología. Apropiarse, arrebatar, comer: peor para los muertos, peor para quien no sabe apropiarse de la parte más grande. Millares o millones, huertos o provincias, zapatos o minas. No existe otro dios que la cantidad, que ha exigido, para comenzar, la inmolación de gran parte de sus fieles.
La experiencia homicida es como si no hubiese existido. Más bien: como si hubiera sobrevenido tan sólo para agravar las causas que la produjeron, para agigantarlas hasta el punto de hacer necesaria otra experiencia aún más cruel y homicida.

Ni siquiera la paradoja de las consecuencias visibles ha frenado la carrera hacia la condenación.
Se ha combatido para destruir un imperialismo y se ha fortalecido otro; se ha combatido para batir el militarismo y se ha creado el espíritu militarista aun donde éste no existía; se ha combatido por la libertad y nos hallamos mas esclavizados que antes, se ha combatido en pro de la verdad y solo hemos aspirado los densos vapores de la mentira; se ha combatido por la igualdad de los grandes y de los pequeños pueblos y hemos sometido mas despiadadamente los pueblos débiles a los fuertes, los pueblos pobres a los ricos; se ha combatido por la libertad del mundo y el mundo se halla sujeto a la cadena de pocos que tienen en sus manos el Hierro y el Oro; se ha combatido por la Democracia y los hombres se hallan a merced de las minorías demagógicas en Oriente y las minorías plutocráticas en Occidente; se ha combatido para ser más ricos y todos somos mas pobres, a excepción de pocos enriquecidos a quienes todos odian y amenazan; se ha combatido contra los reyes por derecho divino y nos hallamos a merced de los emperadores de los bancos, del carbón, del petróleo, del maíz, de la prensa; se ha combatido con la esperanza de no combatir jamás, y la guerra continúa aún en todos los frentes, en las calles transformadas en trincheras, en los palacios hechos fortalezas: la guerra interna, la guerra entre el Brazo y el Dinero, entre Mamón y Calibán, entre Materia y materia; se ha combatido para saciar con más holgura nuestra hambre de pan, hambre de amor y de verdad.

Pero los hombres no tienen el coraje de renegar de si mismos. No se atreven a confesar que estaban sumergidos en el error ya antes de la guerra, en el error aún hoy día en las innumerables guerras internas y civiles que no matan solamente los cuerpos.

No quieren reconocer su error.

Ahora se dan cuenta, los hombres, de su enfermedad; saben que poseen, como decía Jacopone, L’ anema enfracedata, el alma putrefacta. Comprenden que el mundo no puede seguir así; que debe existir algún desperfecto y algo gastado en la máquina del mundo humano; que el corrompido Hamlet ha contagiado, desde la pequeña Dinamarca, todas las superficies habitadas.

Y buscan desesperadamente un remedio, una curación, una salvación, un milagro. Pero no saben buscar. No comprenden que jamás podrán encontrar allá donde buscan. Acostumbrados desde siglos a no reconocer otra cosa que la presencia y la importancia de lo externo, de lo físico, de lo visible, de lo materia, ellos se dirigen, para descubrir la salud, hacia aquel mundo que para ellos es el único mundo real. Escuchad sus discursos –aún aquellos que parecerían destinados a mantener y defender otros valores- y comprenderéis que han cifrado sus esperanzas solamente en lo exterior. Cambios de clases, desplazamientos de aristocracias, sustitución de una dictadura por otra de proletariados, modificación de regímenes, de sistemas económicos, de códigos, de leyes, de ordenamientos y divisiones. Hombres nuevos al puesto de los viejos, hombres vacíos en lugar de los ahítos; palabras rusas o inglesas en lugar de las francesas o latinas.

Hay quien cree poder reforzar a los añosos leviatanes mediante un barnizado rojo; quien pretende destruir todos los trampolines de los anciens régimes para fundar nuevos edificios de las naciones a lo largo de las calles de la única archimetrópolis republicana y socialista; quien cree necesario asirse de los mitos masónicos, de los bastiones nacionalistas, de los sindicatos de la inteligencia, de los pilares de la autoridad. Un retoque a las tasas, una purificación de la trampera representativa, una reforma liberal, una multiplicación de escuelas y de librerías, constituyen, para otros, específicos suficientes para producir el reflorecimiento de las rosas en las descarnadas mejillas de la humanidad convaleciente.

No se habla de otra cosa que de reformas y de constituyentes, de partidos viejos que rejuvenecen, de partidos nuevos ya decrépitos, de soviets y consejos de fábricas, de sindicatos amarillos, blancos, negros y escarlatas, de tarifas y de participaciones, de trucos tributarios y de tierras prometidas, de utopías rejuvenecidas y demás literaturas.

El clínico y el observador desapasionado tienen el derecho de sonreír ante este enfermizo afán de los medicuelos de plaza, ante este cafarnaum de cataplasmas. El hombre de corazón, que sabe padecer, contempla con desesperado estupor cómo todos han permanecido aun ahora, después de una prueba de irrefutable claridad, en el clima mismo cuya maligna vegetación provocó el desastre.

Quieren cambiar pero permanecen como eran.

Quieren cambiar el personal dominante y las leyes escritas, los métodos políticos y la distribución de los bienes, pero permanecen todos, unánimemente, en lo mecánico, en lo puramente externo. Quieren cambiar sus posiciones de clase o de raza, pero no saben y no quieren cambiar los valores internos; quieren cambiar las cosas, pero no piensan que nada cambiará mientras no se cambien, desde el fondo, las almas.

Los valores hoy admitidos por todos, por los siervos y los patrones, por los bolcheviques y los imperialistas, por los secuaces de Caliban y por los sectarios de Mamón, son siempre los mismos, LODE de antes, los valores creados en los últimos siglos, los valores del Renacimiento de la Reforma, de la Revolución Industrial y de la Revolución Proletaria .los valores modernos, ya abierta o implícitamente venerados por todos- Estos valores reconocidos por el mendigo y por el millonario, por el sacerdote y por el ateo, por Lenin y Morgan, dominaban antes de la guerra y son los que hacen proseguir las guerras que conducen a todas las catástrofes, a todas las destrucciones, a todas las revoluciones.

Son los valores que en estos últimos siglos hemos colocado en lugar de los antiguos. La cantidad en lugar de la Calidad, lo Externo sobre lo Interno, el Egoísmo en lugar del Amor, la manía del Primado en Lugar de la Humildad, la manía de la riqueza en lugar de la alegre aceptación de la Pobreza, la presunción de la cultura (conglomerado de nociones y de símbolos) en lugar del perfeccionamiento Moral y de la Santidad.

Lo Útil, la Envidia, el ansia de Mando, de la Producción, de la Comodidad, de lo Superfluo, han realizado lo restante.

Hemos vivido hasta ahora en procura de la primacía de estos cuatro valores y hoy morimos por ellos y para ellos.

Para vivir hemos de tener el coraje de renegar de ellos. Reconocer que nos hemos equivocado.

Hemos seguido a la razón y la ciencia y nos hemos equivocado. La prueba de nuestro error está en la matanza y en el dolor de ayer, en la desesperación de hoy. Una civilización que lleva a tan espantosos efectos es una civilización que vive en el error, y está fundada en el error.
No basta cambiar los regímenes y los estatutos.

Han de ser cambiadas sin retardo las almas de los hombres. Todos los males que padecemos, no provienen de lo externo sino de lo interno, no se originan únicamente de los demás sino de cada uno de nosotros, no de la materia hostil sino de nuestro espíritu que es mas inerte que la materia.

A los valores modernos, a los valores homicidas que nos han ensangrentado hasta hoy las manos y nos han envenenado el corazón y manchado la vida, hemos de sustituirlos con los valores eternos, precisamente los contrarios de los valores reinantes.

Cambiar la faz de la tierra y todas las constituciones, de nada aprovechará, nada significará, mientras no sea renovada y rejuvenecida el alma de cada uno de nosotros. Quien pretende lograr la salvación fuera del alma, es un ciego guía de ciegos.


Existe, más aún, una guía en la que podemos –aún hoy- encontrar los principios de este “segundo nacimiento”, y a quien por fuerza habremos de volver si no queremos morir en las torturas de las últimas desesperaciones.

Es un pequeño volumen dividido en cuatro pequeños libros, escrito diez y nueve siglos ha.
Todos lo conocen, muchos lo leen, nadie lo sigue.
Se llama el EVANGELIO DE JESUCRISTO".


Giovanni Papini 1919
La escala de Jacob.

miércoles, noviembre 5

¡Dí schibboleth! ... y ninguna puerta se abrirá


En efecto, la cuestión entre nosotros no es saber si, supuesta la contumacia del siglo, convenga soportar con paciencia lo que está bajo nuestro poder, y entre tanto dedicarse con empeño a evitar mayores males y a obtener los bienes que aún son posibles.


Sino la cuestión es si conviene aprobar aquella condición social que introduce el liberalismo, celebrar con encomios los principios que son el fundamento de este orden de cosas y promoverlos con la palabra, con la doctrina, con las obras, como lo hacen aquéllos que simultáneamente con el nombre de católicos se atribuyen el nombre de liberales.

Y éstos son, sobre todo, quienes nunca aprovecharán nada, porque cojean por ambos pies, e, intentando en vano una manera de conciliación, ni son reconocidos por los hijos de Dios como genuinos, ni recibidos por los hijos de la Revolución como sinceros.


Vienen por cierto al campamento de éstos con la tésera o símbolo de los principios del 89, pero como pronuncian mal el símbolo se les prohíbe la entrada.

Se lee en el libro de los Jueces (12, 5,6) que los galaaditas que luchaban contra los efrateos, habiéndoles vencido, se habían conjurado para que ninguno de los fugitivos de Efraím saliese salvo.


"Y ocuparon los galaaditas los vados del Jordán, por donde habían de volver los de Efraín. Y cuando llegaba allí alguno de los numerosos fugitivos de Efraím, y decía: Os ruego que me permitáis pasar, le decían los galaaditas: ¿No eres tu efrateo? Y contestándo él: No lo soy. Le interrogaban: Di pues schibboleth, que significa espiga. El cual respondía: sibboleth no pudiendo pronuncia espiga con las mismas letras. Y aprehendiéndolo de inmediato lo degollaban en el mismo paso del Jordán".


Y así también sucede en la puerta de ingreso al campamento del liberalismo. A quienes quieren entrar se les dice: di pues schibboleth, que significa secularización de la sociedad.

Interesa, empero, si lo pronuncian bien o mal.

Ahora bien, los católicos liberales sufren en esto un defecto en la lengua, y no pueden proferir la palabra sacramental como es debido. Por consiguiente, no son admitido, y no obtienen fruto ni con los hombres ni con Dios, porque verifican en sí aquel dualismo del cual dice la Escritura (Eccli 34, 28-29)

Uno edifica y otro destruye, ¿que provecho sacan sino fatigarse?
Uno ora y el otro maldice, ¿a la voz de quien prestará Dios oídos?


Louis Billot. El error de liberalismo

lunes, noviembre 3

¡Un jabalí!, por Tutatis

Tentado estuve de guardar, dentro de la precariedad de este ilusorio almacén, un texto de Álvaro D'Ors.

Pero unos amigos ya lo han dejado a alcance de la mano en esta dirección.

Estuve descansando y me dediqué a lecturas mas arduas.

Disculpen pero pienso participarlos.

Estas lecturas, que por raza, afición y gusto no podré abandonar jamás fueron interrupidas para labores culinarias y en ese transe me vino a la cabeza la imagen del jabalí.

Dispuesto a dar cuenta, cual Obelix bajo las estrellas, de un banquete, me encontré con que Charbonneau-Lassay cuenta que el cristianismo fue severo con el fogoso animal.

Pero como siempre pasa con ese fantástico Bestiario, mas adelante se refiere al "chacho" como "imagen del justo, independiente y valeroso frente a los adversarios del Bien y a los enemigos de su alma".

Un exceso, pensé, y graciosamente la conjunción que teje San Paulino de Nola me terminó de alegrar la víspera:

El obispo le escribe a uno de sus corresponsales:

"Qué satisfacción encontrarte completamente cambiado; ver que el león tiene ahora la dulzura de un joven ternero; que Jesucristo habita en el jabalí, que conserva toda la ferocidad para con el mundo, pero que se ha convertido en cordero para con Dios: ya no eres el jabalí del Bosque, te has convertido en el jabalí de la siega".