lunes, diciembre 15

Optimismos


¿Será por haber nacido, mas o menos, cuando comienza la historia que me impresionó tanto al leerla?

¿Será por haber crecido al son "alegre" del "optimismo" y hoy, defraudado, me aferro mas que nunca a las verdades que llegan de mucho mas atrás?.

No.

Creo que es por haber recibido unas copias de manos de un amigo, predicador, que siempre arrima buenos leños al hogar y me deja intentando meditar en paz.

Como intentando ayudarme a adelantar -un poco- el Cielo en este valle.

Gracias amigo y gracias a nuestro padrecito: Benedicto XVI.


"En la primera mitad de los años setenta, un amigo de nuestro grupo hizo un viaje por Holanda. Allí la Iglesia siempre estaba dando que hablar, vista por uinos como la imagen y la esperanza de una Iglesia mejor para el mañana y por otros como un síntoma de decadencia, lógica consecuencia de la actitud asumida.

Con cierta curiosidad esperábamos el relato que nuestro amigo hiciera a su vuelta. Como era un hombre leal y un preciso observador, nos habló de todos los fenómenos de descomposición de los que ya habíamo oído algo: seminarios vacíos, órdenes religiosas sin vocaciones, sacerdotes y religiosos que en grupo dan la espalda a su propia vocación, desaparición de la confesión, dramática caída de la frecuencia en la práctica dominical, etc., etc. Por supuesto nos describió también las experiencias y novedades, que no podían, a decir verdad, cambiar ninguno de los signos de decadencia, mas bien la confirmaban.

La verdadera sorpresa del relato fue, sin embargo, la caloración final: a pesar de todo, una Iglesia grande, porque en ninguna parte se observaba pesimismo, todos iban al encuentro del futuro llenos de optimismo. El fenómeno del optimismo general hacía olvidar toda decadencia y toda destrucción; era suficiente para compensar todo lo negativo.

Yo hice mis reflexiones particulares en silencio.

¿Qué se habría dicho de un hombre de negocios que escribe siempre cifras en rojo, pero que en lugar de reconocer sus pérdidas, de buscar razones y de oponerse con valentía, se presenta ante sus acreedores únicamente con optimismo?

¿Qué habría que pensar de la exaltación de un optimismo, simplemente contrario a la realidad?

Intenté llegar al fondo de la cuestión y examiné diversas hipótesis. El optimismo podía ser sencillamente una cobertura, detrás de la que se escondiera precisamente la desesperación, intentando superarla de esa forma.

Pero podía tratarse de algo peor: este optimismo metódico venía producido por quienes deseaban la destrucción de la vieja Iglesia y, con la excusa de reforma, querían contruir una Iglesia completamente distinta a su gusto, pero que no podían empezarla para no descubrir demasiado pronto sus intenciones. Entonces el optimismo público era una especie de tranquilizante para los fieles, con el fin de crear el clima adecuado para deshacer, posiblemente en paz, la misma Iglesia, y conquistar así el dominio sobre ella.

El fenímeno del optimismo tendría por tanto dos caras: por una parte supondría la felicidad de la confianza, aunque más bien la ceguera de los fieles, que se dejan calmar con buenas palabras; por otra existiría una estrategia consciente para un cambio e la Iglesia, en la que ninguna otra voluntad superior -voluntad de Dios. nos molestara, inquietando nuestras conciencias, y nuestra propia voluntad tendría la última palabra.

El optimismo sería finalmente la forma de liberarse de la pretensión, ya amarga pretensión, del Dios vivo sobre nuestra vida. Este optimismo del orgullo, de la apostasía, se habría servido del optimismo ingenuo, más aún, lo habría alimentado, como si este optimismo no fuera sino esperanza cierta del cristiano, la divina virtud de la esperanza, cuando en realidad era una parodia de la fe y de la esperanza.

Reflexioné igualmente sobre otra hipótesis. Era posible que un optimismo similar fuera sencillamente una variante de la perenne fe liberal en el progreso: el sustituto burgués de la esperanza perdida de la fe.

Llegué incluso a concluir que todos estos componentes trabajan conjuntamente, sin que se pudiera fácilmente decidir cuál de ellos, cuando y donde predominaba sobre los otros.

Poco después mi trabajo me llevó a ocuparme del pensamiento de Ernst Bloch, para quien el "principio de la esperaza" es la figura especulativa central. Según Bloch, la esperanza es la ontología de lo aún no existente. Una filosofía justa no debe pensar en estudiar lo que es (habría sido conservadurismo o reacción), sino a preparar lo que aún no es, ya que lo que es, es digno de perecer; el mundo verdaderamente digno de ser vivido todavía debe ser construido.

La tarea del hombre creativo es por tanto la de crear el mundo justo que aún no existe; para esta tarea tan elevada la filosofía debe desempeñar una función decisiva: se convierte en el laboratorio de la esperanza, en la anticipación del mundo del mañana en el pensamiento, en la aticipación de un mundo razonable y humano, que no se ha formado por casualidad, sino pensado y realizado por medio de nuestra razón.

Teniendo como telón de fondo estas experiencias, lo que me sorprendió fue el uso del término "optimismo" en este contexto. Para Bloch (y para algunos teólogos que le siguen) el optimismo es la forma y la expresión de la fe en la historia, y por tanto es necesario, en una persona que quiera servir a la liberación, para la evocación revolucionaria del mundo nuevo y del hombre nuevo. La esperanza es por tanto la virtud de una ontología de lucha, la fuerza dinámica de la marcha hacia la utopía.

Mientras leía a Bloch pensaba que el optimismo es la virtud teológica de un Dios nuevo y de una nueva religión, la virtud de la historia divinizada, de una "historia" de Dios, del gran Dios de las ideologías modernas y de sus promesas. Esta promesa es la utopía, que debe realizarse por medio de la "revolución", que por su parte representa una especie de divinidad mítica, por así decirlo, una "hija de Dios" en relación con el Dios-Padre "Historia".

En el sistema cristiano de las virtudes la desesperación, es decir a oposición radical contra la fe y la esperanza, se califica como pecado contra el Espíritu, porque excluye su poder de curar y de perdonar, y se niega por tanto la redención.

En la nueva religión el pesimismo es el pecado de todos los pecados, y la duda ante el optimismo, ante el progreso y la utopía, es un asalto frontal al espíritu de la edad moderna, es el ataque a su credo fundamental sobre el que se fundamento su seguridad, que por otra parte está continuamente amenazada por la debilidad de aquella divinidad ilusoria que es la historia.


(continuará...)
J. Ratzinger. "Mirar a Cristo"

viernes, diciembre 12

Decir cosas o no decir


Cuídate cuanto puedas de alborotos y bullicio.

Mucho estorba ocuparse de diversas gestiones incluso si se realizan con sana intención.

Rápidamente nos mancha la vanidad y nos aprisiona.

Preferiría muchas veces haber callado

y no encontrarme entre la gente.

Pero ¿Por qué motivo con tanto placer hablamos

y entre nosotros la pasamos charlando

si rara vez, sin herir nuestra conciencia,

volvemos al silencio?

Será que hablamos con tantas ganas

porque buscamos consuelo en los demás

y a nuestro corazón, fatigado por tantas preocupaciones

queremos aliviar.

Y muy gustosamente buscamos hablar y compartir

de lo que amamos o deseamos

o de lo que nos contradice;

Pero ¡qué lástima! Vacía e inútilmente.

Estos consuelos externos

afectan no poco

a los interiores y divinos.

Por eso debemos estar vigilantes y orando

no se nos pase el tiempo sin fruto.

Si es justo y conviene hablar

debe decirse lo que edifique.

La mala costumbre y el descuido del propio progreso contribuyen al descontrol de nuestra lengua.

Ayuda muchísimo al desarrollo interior

la devota conversación sobre asuntos espirituales

principalmente cuando varias personas

que tienen similares intereses y ánimo

se juntan en Dios.


Imitación de Cristo. Cap. X

T. Kempis

miércoles, diciembre 10

CRUZADA SAMURAI








Todo esto es demasiado misterioso como para que este almacenero agregue una sola palabra a la cuestión.

si quieren leer algo mas aquí hay algo.

miércoles, diciembre 3

A cada uno según su estado


"El Evangelio de hoy es el comienzo de la narración sintética que hace San Lucas sobre el Bautista desde el comienzo de sus prédicas hasta el bautismo de Cristo. Marca cuidadosamente la fecha y el tema de su predicación.

Marca la fecha de acuerdo a la costumbre antigua, por las autoridades: "Marco Servilio et Publio Clodio consulibus, Cuando eran cónsules Marco Servilio y Plubio Clodio", como cuando decimos: "esto pasó en el tiempo de Yrigoyen" o "esto pasó cuando cayó Frondizi". Cuando cayeron es más fácil de recordar, a mí me pusieron preso cuando cayó Perón.

La religión católica es una religión histórica: su origen está situado en el tiempo histórico y una región histórica -en el Imperio mas grande que ha existido y en su tiempo mas glorioso, el siglo de Augusto- a diferencia de todas las otras grandes religiones, cuyo origen se pierde en la niebla o bien en regiones no históricas: la vida de Buda o de Mahoma es un amasijo de leyendas. La vida de Cristo nos llega en cuatro crónicas de testigos presenciales con toda la finura del estilo oral hebreo y escritas en la lengua más fina y civilizada del mundo, el griego.

Poco después los cristianos eran conocidos en Roma; los dos historiadores máximos, Tácito y Suetonio nombran a los cristianos; Tácito nombra a Cristo, "Cresto" lo llama; y los Padres Apostólicos, empezando por las cartas de San Ignacio Mártir, y la "Didajé" del siglo II, comienzan a citar los Evangelios lo mismo que los herejes, lo que prueba su autencía, porque eran contemporáneos. Si por un imposible los cuatro Evangelios se perdieran, su texto se podría reconstruir con las citas de los Santos Padres. En suma, el nacimiento del Cristianismo y de su fundador está bajo una especie de luz de reflector; y así San Lucas enumera tranquilamente las autoridades civiles y religiosas de Palestina cuando comienza a predicar Juan. No le duelen las prendas.

La materia de las prédicas de Juan es simple y curiosa.
Predicaba dos cosas: la moral natural por un lado y que el Mesías ya estaba presente: y e´l, Johanam, era el Indicador. La moral natural era necesaria como preparación para la moral del Mesías; los rabinos hebreos habían enredado inextrincablemente la moral, y con pretexto de dar una moral sobrenatural daban una moral antinatural (como les pasa a algunos curas hoy día), una moral sobrecargada de preceptos, a veces fútiles, que no se podría no digo practicar, pero ni retener. El Bautista corta por lo sano, predicando la moral natural elemental: a todos en general les predicaba el arrepentimiento y la limosna; y a cada uno, los deberes del propio estado.

Primero se desataba en amenazas y en la predicción de una próxima gran limpieza; y cuando al ir a bautizarse (a recibir el "bautismo de penitencia") le preguntaban: "¿Qué tengo que hacer?" , les respondía con los deberes de su propio estado, que suelen ser cifra de todos nuestros deberes, porque si no eres buen relojero, o buen milico, o buen casado, ¿cómo serás buen hombre?
San Lucas pone dos ejemplos: a los empleados públicos, a los publicanos (que en Inglaterra todavía se llaman publicanos) les decía: "No coimeen". A los militares les decía: "No sean prepotentes y no anden reclamando aumentos de sueldo". Al Rey Herodes no le dijo: "Gobierna bien", porque ése, como otros títeres de nuestros tiempos, no gobernaba en realidad; le dijo: "No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano". A los fariseos no les decía nada, porque ésos no preguntaban nada, pelo las imprecaciones que pone en sus labios San Lucas ("raza de víboras, árboles secos, falsos hijos de Abraham") iban primeramente enderezadas a los fariseos, demagogos jefes de las turbas y maestros fallutos.

Nuestro deber de estado resume en concreto todos nuestros deberes y es la base sobre la que se asienta la moral sobrenatural.

***

En sus Epístolas San Pablo dice su deber de estado a todos: a los Obispos como Timoteo, a los Presbíteros como Tito, a los casados y casadas, a las vírgenes y viudas, a los señores y esclavos, a los ricos y a los pobres.

A las mujeres le dice algo muy simple y peculiar: "La mujer se salvará por la crianza de los hijos". ¿Y las que no tienen hijos?. Por algo semejante a la crianza de los hijos.

La moral natural no basta; ni siquiera la podemos practicar entera sin la gracia: las dos van juntas.

La herejía actual ha introducido un formón entre las dos y ha hecho saltar la moral sobrenatural, atribuyendo todas sus condiciones y poderes a la moral natural, basadas en la razón y el sentimiento del hombre, o en su orgullo como los estoicos.

Hoy día la llaman moral personalista: se ha llamado moral kantiana, moral autónoma, moral laica; y "moral sin dogmas", como la llamaba nuestro Ingenieros. (¿Nuestro? ¡De ellos!).

Es una moral falsificada y falaz, porque exige del hombre lo que él por si solo no puede cumplir. Es como si me impusieran subir a la bóveda desta iglesia y me dieran una escalera donde faltan los últimos peldaños. Yo ni con todos los peldaños completos podría subir.

Eso es el naturalismo religioso que ya les expliqué.

Los que estamos en la fe, la oración y los sacramentos no tenemos más que pensar en nuestro deber de estado, transfigurado como está por el ideal Evangélico, "Sirve al César, pero solamente y en cuanto representa a Dios, ama a tu mujer: porque para ti es una figura de Dios -un poco charlatana-; cuida de tus hijos: son de Dios.

Leonardo Castellani. Homilía del Cuarto Domingo de Adviento. Domingueras Prédicas

martes, diciembre 2

Los Obispos y La Montonera



Quizás por devolver gentilezas, la 96ª Asamblea Plenaria de los Obispos de la Argentina.se realizó en “La Montonera”


Algunos imaginaron que prologando el Adviento, dirían algo sobre la segunda Venida de Cristo.


Otros, sabiendo el compromiso del episcopado con la “realidad política y económica del país”, imaginaron que valientemente denunciarían los males que aquejan a este mundo: la usura, el aborto, los ataques al matrimonio por parte del lobby homosexual. Solo por mencionar algunos.


Descarto que ya no dirán nada sobre otros temas incómodos como el liberalismo, el marxismo, la perversidad intrínseca de los medios de comunicación, o la hostilidad feroz a la liturgia tradicional.


Pero no.


Aquí tenemos algunas de las profundas reflexiones que nos brindan para preparar la Navidad y para estar atentos a la Vuelta de Cristo en su Gloria (salvo que este almacenero este equivocado sobre el sentido del Adviento o no haya leído bien el misal legado por su abuela).



Decían los pastores.


“Muchos signos nos hacen pensar que está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar forma” aunque hay “aprendizajes cívicos importantes.”


“Crecimos en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona humana en todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural (CDSI, 154). También maduramos en la aceptación del pluralismo, que nos enriquece como sociedad, aunque todavía persisten resabios de antiguas intolerancias”.


No hay democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los bienes (ICN, 129), aunque entre todos debemos seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no quede sólo en una consigna o en un plano teórico o meramente emotivo”


Hay una opinión generalizada sobre la necesidad de establecer políticas públicas que, tomando como fundamento nuestra Constitución Nacional, propicien un desarrollo federal, sano y armónico de la Argentina. Esta no es una preocupación nueva. Forma parte del pensamiento y del servicio histórico de la Iglesia: “no hay democracia posible sin una leal convergencia de aspiraciones e intereses entre todos los sectores de la vida política con miras a armonizar el bien común, el bien sectorial y el bien personal, buscando una fórmula de convivencia y desarrollo de la pluralidad dentro de la unidad de objetivos fundamentales”( ICN, 127).


“Es indispensable procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación, y puedan subsistir más allá de los cambios de gobierno”


“Se deberían institucionalizar las necesarias políticas públicas para el crecimiento de toda la comunidad. Instalarlas requiere la participación y el compromiso de los ciudadanos, ya que se trata de decisiones que no deben ser impuestas por un grupo, sino asumidas por cada uno, mediante el camino del diálogo sincero, respetuoso y abierto”.


Necesitamos aceptar que toda democracia padece momentos de conflictividad. En esas situaciones complejas, alimentar la confrontación puede parecer el camino más fácil. Pero el modo más sabio y oportuno de prevenirlas y abordarlas es procurar consensos a través del diálogo.”


Sólo el diálogo hará posible concretar los nuevos acuerdos para proyectar el futuro del país y un país con futuro.


Ello es fundamental en este tiempo, donde la crisis de la economía global implica el riesgo de un nuevo crecimiento de la inequidad, que nos exige tomar conciencia sobre la “dimensión social y política del problema de la pobreza”


Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas



Sinceramente no entendí nada. Mejor les dejo un fragmento del padre Leonardo Castellani que tampoco termino de entender pero me resulta mas claro.



"
Cuando las inmensas vicisitudes del drama de la Historia, que están por encima del hombre y su mezquino racionalismo, llegan a un punto que excede a su poder de medicación e incluso a su poder de comprensión -como es el caso en nuestros días-, sólo el creyente posee el talismán de ponerse tranquilo para seguir trabajando (...) Cuando parece que los cimientos del mundo ceden y se descompagina totalmente la estructura íntegra -como pasó, por ejemplo, en el siglo XIV- entonces el sabio lee el Apokalipsis y dice: «Todo esto está pre visto y mucho más. ¡Atentos! Pero después de esto viene la victoria definitiva. El mundo debe morir. Aunque de muchas enfermedades ha curado ya, una enfermedad será la última. Mas, el alma del mundo, como la del hombre, no es una cosa mortal» (...) La consideración de la visión religiosa de la crisis actual es uno de los motores más poderosos (el primer motor incluso) del movimiento político y económico. Si el hombre no tiene una idea de adónde va, no se mueve; o, si se sigue moviendo, llega un momento en que su movimiento deja de ser humano y se vuelve una convulsión (Visión religiosa de la crisis actual. Cristo, ¿vuelve o no vuelve?, pág. 286).