Habría que sembrarla de monasterios.
Incluso ahora.
Así que me puse a preguntar a los que saben que hay que hacer con esos yermos que llamamos generalmente "Patagonia".
Algunas voces recomendaban la instalación de cuarteles de "leones" para luchar por nuestra soberanía en ese suelo desierto.
No se puede negar que el Glorioso Ejército Argentino hizo nacer a la Patria.
Tampoco que al General don José de San Martín es el Padre de la Patria y que allí donde está el ejército llega todo el resto.
Si hasta Mosconi era militar y algo sabía sobre desarrollar la Patagonia.
Y no se equivocan. ¿O es que no sirvió a la patria don Segundo Molina?
Entonces me entró la tentación de pensar ¿para qué queremos silenciosos monasterios que solo agreguen silencio al viento y las piedras?
Pero apareció un monje encapuchado que me traía la noticia de lo que está pasando en una tierra, también desértica. Además de eso, se trataba de una tierra en guerra.
La noticia contaba que los enemigos de esa tierra tomaron las plazas fuertes de sus defensores.
También secuestraron a los comando mas peligrosos para que no puedan operar en contra de los agresores.
Pero no saben que ellos cuentan con un arma secreta y no pueden ser vencidos.
Tenemos que armarnos. No con medios materiales ni con soldados armados hasta los dientes,
Al final Eduardo tiene razón.
Y el monje, cuando se fue, me dejó un mensaje
que fue leído a voz en cuello por los futuros soldados de esta guerra que no es contra sangre y carne.
Les dejo solo un fragmento
"Forjar espadas de todo fierro arrumbado y retorcido que hallemos: eso es consigna espiritual. Hacer de cada pensamiento, de cada deseo,de cada lectura, de cada encuentro, de cada hallazgo, de cada quiebre, de cada música, de cada hiriente atardecer, de cada lágrima, de cada ironía, de cada discusión, de cada nostalgia, de cada miedo, de cada plegaria la terca espada, el más filoso alfanje. Con que embestir al enemigo o con que marcarse el propio rostro por traición. Por algo el cristiano orante no reza de brazos cruzados ni en posición de loto haciendo montoncito con los dedos… sino con las manos en forma de flecha, de espada punzante capaz de rasgar el Cielo al medio"
Diego de Jesús. Monasterio del Cristo Orante