sábado, febrero 15

Antinomia total. Tipos incompatibles



Pascal nos dice que hay dos clases de hombres: pecadores que se creen justos y justos que se creen pecadores.
Mediante sus hechos y el perdón que le fue concedido, esta mujer desencadenó el inmenso malentendido que hay respecto de la vieja y la nueva Ley, un malentendido que persiste en la conciencia de muchos bautizados que, por vocación, pertenecen a la Nueva Alianza, y que, sin embargo, por razón de su formación o quizá por una cuestión de reflejos, aún pertenecen a la Antigua.
Son innumerables los cristianos de nuestras parroquias (y se los hallará incluso allí donde hay gente consagrada a la vida religiosa) que aún retienen la noción de una pureza legal que los dispensaría de toda humildad, cuando no de la caridad misma: con tal de que se sientan en paz en lo que a la observancia de reglas externas se refiere y si no por otra cosa, por lo menos que con eso se ganen la aprobación de la opinión pública de los piadosos.
Los del partido de Simón el Leproso son más numerosos que los de María Magdalena.
La antinomia es total, la incompatibilidad entre estas dos razas de hombres es decisiva y no se puede pertenecer a un bando sin enemiga respecto del otro, como se desprende a las claras de muchas de las parábolas de Cristo en que se destaca su dureza con el fariseo y su compasión con los pecadores. Simón el Fariseo se tiene por "puro" y de allí que se convierta en pecador, impenitente porque su pecado consiste en creer que está sin pecado.
María Magdalena se conoce a sí misma, se reconoce, se proclama "impura" y pecadora; y aquí por qué alcanza la fuente de toda pureza.

En esta humildad y en esta contrición encuentra su justificación.