sábado, agosto 9

Trabajo infantil



¿Acaso no es evidente que es necesario mucho empeño, mucho ahínco, para acceder a la verdad en materia religiosa? Y, por otra parte, ¿no resulta habitual que aquellos que disponen de mayores talentos intelectuales se inclinan a dispensarse del necesario trabajo y se ven más tentados de indolencia? 
¿No lo vemos acaso en el caso de los niños——que cuando más inteligentes, son más perezosos precisamente porque confían en su propia habilidad y capacidad de comprensión?
Y sin embargo, por cierto que en el mundo esto resulta continuamente olvidado. En cierta medida esto se olvida incluso entre los mejores cristianos ya que ningún hombre busca averiguar cuál es la Voluntad de Dios y seguirla con un empeño que esté a la altura de la empresa, con un ahínco a la medida de la importancia de su objeto. Pero, por no caer en rigorismos, consideremos por un instante con cuanto afán los hombres por lo general se abocan a obtener los bienes de este mundo; y comparémoslo con la intensidad con que buscan conocer la verdad de la palabra de Dios. 
Innegablemente entonces, así como Dios nos dice que El no se revela sino a quién lo busca, del mismo modo tan cierto es esto que si no ponemos mayor afán en buscarlo a Dios es precisamente porque esta verdad no nos ha hecho mella.
No hay ilusión más extendida que ésta de que obtendremos conocimientos religiosos naturalmente, sin tomarnos demasiado trabajo.
Aunque no hay arte o negocio de este mundo que se pueda aprender sin tiempo y esfuerzo, sin embargo comúnmente se cree que el conocimiento de Dios y de su Voluntad nos será revelado como por accidente o por un proceso natural.
Los hombres se comportan según sus sentimientos e inclinaciones; se dejan guiar por aquello que está de moda o que está más al alcance de la mano. 
Les parece gran cosa si de vez en cuando tienen pensamientos serios, si de vez en cuando abren la Biblia; y con gran satisfacción rememoran aquellas ocasiones como si hubiesen hecho una gran cosa sin recordar jamás que buscar y obtener verdades religiosas requiere un trabajo largo y sistemático. 
Y luego están aquellos otros que creen que la educación lo hará todo por ellos, y que si aprenden a leer y a utilizar palabras religiosas, comprenderán qué cosa es la religión. Y más aun, hay quienes sostienen que no es necesario esfuerzo alguno para acceder a la verdad. 
Dicen que la verdad religiosa es sencilla y fácil de adquirir; que las Escrituras, habiendo sido destinada a todos, resultan igualmente fáciles de aprehender por todos, que no tiene dificultades y que si las tuviera no sería Palabra de Dios para todos. 
Por último hay quienes admiten que sí hay dificultades en religión y que justamente eso demuestra que resulta indiferente el que uno se ponga o no a tratar de desentrañar esos peliagudos asuntos.
De estas y de otras maneras los hombres se engañan en esta materia dejándose llevar por la dejadez.

J. H. Newman