viernes, diciembre 12

Decir cosas o no decir


Cuídate cuanto puedas de alborotos y bullicio.

Mucho estorba ocuparse de diversas gestiones incluso si se realizan con sana intención.

Rápidamente nos mancha la vanidad y nos aprisiona.

Preferiría muchas veces haber callado

y no encontrarme entre la gente.

Pero ¿Por qué motivo con tanto placer hablamos

y entre nosotros la pasamos charlando

si rara vez, sin herir nuestra conciencia,

volvemos al silencio?

Será que hablamos con tantas ganas

porque buscamos consuelo en los demás

y a nuestro corazón, fatigado por tantas preocupaciones

queremos aliviar.

Y muy gustosamente buscamos hablar y compartir

de lo que amamos o deseamos

o de lo que nos contradice;

Pero ¡qué lástima! Vacía e inútilmente.

Estos consuelos externos

afectan no poco

a los interiores y divinos.

Por eso debemos estar vigilantes y orando

no se nos pase el tiempo sin fruto.

Si es justo y conviene hablar

debe decirse lo que edifique.

La mala costumbre y el descuido del propio progreso contribuyen al descontrol de nuestra lengua.

Ayuda muchísimo al desarrollo interior

la devota conversación sobre asuntos espirituales

principalmente cuando varias personas

que tienen similares intereses y ánimo

se juntan en Dios.


Imitación de Cristo. Cap. X

T. Kempis

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