martes, agosto 19

Ni rico, ni pobre


Eduardo evocó, entre otros, un fragmento de la novela "Brideshead Revisited"

Acá solo traigo otro pedazo de novela

Luego de oír atentamente como Cordelia contaba las desventuras de su hermano Sebastián en el norte de África, donde había acabado como lego de un monasterio, Charles exclama:

- ¡Pobre Sebastián! –dije- Es demasiado penoso. ¿Cómo terminará?

- Creo que te lo puedo decir exactamente, Charles. He visto a otros como él, y creo que están muy cerca y son muy queridos por Dios. Seguirá viviendo, mitad dentro, mitad fuera de la comunidad, una figura familiar ambulando con su escoba y sus llaves. Será gran favorito de los padres ancianos, objeto de burla para los novicios. Todos sabrán que bebe; desaparecerá por dos o tres días al mes, y todos moverán la cabeza y se sonreirán y pronunciarán en varios acentos: “El viejo Sebastián anda de juerga otra vez”, y luego regresará, desgreñado y avergonzado, y se mostrará muy devoto durante uno o dos días en la capilla. Probablemente tenga sus escondites en el jardín donde guardar una botella y tomar un trago de cuando en cuando. Cuando reciban a un visitante de habla inglesa lo usarán de guía, y se mostrará tan encantador que este, antes de irse, indagará sobre su pasado y quizás una idea de sus distinguidas relaciones en la madre patria. Si vive lo bastante, generaciones de misioneros, en los lugares mas remotos, pensarán en él como en un sujeto extraño que era algo de la Esperanza de sus días de estudios, y le recordarán en sus misas. Desarrollará pequeñas excentricidades de devoción, intensos cultos personales; le hallarán en la capilla a extrañas horas, pero nunca cuando corresponda. Luego, una mañana, tras una de sus borracheras, lo recogerán agonizante en la verja; y cuando le administren los sagrados sacramentos, con el temblor de un párpado dirá que está consciente. No es tan mal fin para una vida.

Pensé en aquél muchacho jovial, con su oso de juguete al brazo, paseando por entre los castaños en flor.

- No es lo que se le predijo – murmuré -. Pero ¿verdad que no sufre?

- ¡Oh!, si, creo que si. Es inconcebible su sufrimiento, verse así acabado, mutilado…, sin dignidad, sin voluntad. Nadie que no sufra puede ser santo. Y en él el sufrir ha tomado ese cariz… He visto tanto padecer en los últimos años; nos espera tanto más a todos nosotros… Es la primavera del amor…-y luego, condescendiente con mi paganismo, añadió- : Está en un lugar encantador, ¿sabes?, junto al mar…, claustros blancos, una torre de campanario, hileras de hortalizas verdes y un monje que las riega cuando desciende el sol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La próxima vez que levante mi vaso brindaré a su mala salud.
Correcaminos.