lunes, diciembre 15
Optimismos
¿Será por haber nacido, mas o menos, cuando comienza la historia que me impresionó tanto al leerla?
¿Será por haber crecido al son "alegre" del "optimismo" y hoy, defraudado, me aferro mas que nunca a las verdades que llegan de mucho mas atrás?.
No.
Creo que es por haber recibido unas copias de manos de un amigo, predicador, que siempre arrima buenos leños al hogar y me deja intentando meditar en paz.
Como intentando ayudarme a adelantar -un poco- el Cielo en este valle.
Gracias amigo y gracias a nuestro padrecito: Benedicto XVI.
"En la primera mitad de los años setenta, un amigo de nuestro grupo hizo un viaje por Holanda. Allí la Iglesia siempre estaba dando que hablar, vista por uinos como la imagen y la esperanza de una Iglesia mejor para el mañana y por otros como un síntoma de decadencia, lógica consecuencia de la actitud asumida.
Con cierta curiosidad esperábamos el relato que nuestro amigo hiciera a su vuelta. Como era un hombre leal y un preciso observador, nos habló de todos los fenómenos de descomposición de los que ya habíamo oído algo: seminarios vacíos, órdenes religiosas sin vocaciones, sacerdotes y religiosos que en grupo dan la espalda a su propia vocación, desaparición de la confesión, dramática caída de la frecuencia en la práctica dominical, etc., etc. Por supuesto nos describió también las experiencias y novedades, que no podían, a decir verdad, cambiar ninguno de los signos de decadencia, mas bien la confirmaban.
La verdadera sorpresa del relato fue, sin embargo, la caloración final: a pesar de todo, una Iglesia grande, porque en ninguna parte se observaba pesimismo, todos iban al encuentro del futuro llenos de optimismo. El fenómeno del optimismo general hacía olvidar toda decadencia y toda destrucción; era suficiente para compensar todo lo negativo.
Yo hice mis reflexiones particulares en silencio.
¿Qué se habría dicho de un hombre de negocios que escribe siempre cifras en rojo, pero que en lugar de reconocer sus pérdidas, de buscar razones y de oponerse con valentía, se presenta ante sus acreedores únicamente con optimismo?
¿Qué habría que pensar de la exaltación de un optimismo, simplemente contrario a la realidad?
Intenté llegar al fondo de la cuestión y examiné diversas hipótesis. El optimismo podía ser sencillamente una cobertura, detrás de la que se escondiera precisamente la desesperación, intentando superarla de esa forma.
Pero podía tratarse de algo peor: este optimismo metódico venía producido por quienes deseaban la destrucción de la vieja Iglesia y, con la excusa de reforma, querían contruir una Iglesia completamente distinta a su gusto, pero que no podían empezarla para no descubrir demasiado pronto sus intenciones. Entonces el optimismo público era una especie de tranquilizante para los fieles, con el fin de crear el clima adecuado para deshacer, posiblemente en paz, la misma Iglesia, y conquistar así el dominio sobre ella.
El fenímeno del optimismo tendría por tanto dos caras: por una parte supondría la felicidad de la confianza, aunque más bien la ceguera de los fieles, que se dejan calmar con buenas palabras; por otra existiría una estrategia consciente para un cambio e la Iglesia, en la que ninguna otra voluntad superior -voluntad de Dios. nos molestara, inquietando nuestras conciencias, y nuestra propia voluntad tendría la última palabra.
El optimismo sería finalmente la forma de liberarse de la pretensión, ya amarga pretensión, del Dios vivo sobre nuestra vida. Este optimismo del orgullo, de la apostasía, se habría servido del optimismo ingenuo, más aún, lo habría alimentado, como si este optimismo no fuera sino esperanza cierta del cristiano, la divina virtud de la esperanza, cuando en realidad era una parodia de la fe y de la esperanza.
Reflexioné igualmente sobre otra hipótesis. Era posible que un optimismo similar fuera sencillamente una variante de la perenne fe liberal en el progreso: el sustituto burgués de la esperanza perdida de la fe.
Llegué incluso a concluir que todos estos componentes trabajan conjuntamente, sin que se pudiera fácilmente decidir cuál de ellos, cuando y donde predominaba sobre los otros.
Poco después mi trabajo me llevó a ocuparme del pensamiento de Ernst Bloch, para quien el "principio de la esperaza" es la figura especulativa central. Según Bloch, la esperanza es la ontología de lo aún no existente. Una filosofía justa no debe pensar en estudiar lo que es (habría sido conservadurismo o reacción), sino a preparar lo que aún no es, ya que lo que es, es digno de perecer; el mundo verdaderamente digno de ser vivido todavía debe ser construido.
La tarea del hombre creativo es por tanto la de crear el mundo justo que aún no existe; para esta tarea tan elevada la filosofía debe desempeñar una función decisiva: se convierte en el laboratorio de la esperanza, en la anticipación del mundo del mañana en el pensamiento, en la aticipación de un mundo razonable y humano, que no se ha formado por casualidad, sino pensado y realizado por medio de nuestra razón.
Teniendo como telón de fondo estas experiencias, lo que me sorprendió fue el uso del término "optimismo" en este contexto. Para Bloch (y para algunos teólogos que le siguen) el optimismo es la forma y la expresión de la fe en la historia, y por tanto es necesario, en una persona que quiera servir a la liberación, para la evocación revolucionaria del mundo nuevo y del hombre nuevo. La esperanza es por tanto la virtud de una ontología de lucha, la fuerza dinámica de la marcha hacia la utopía.
Mientras leía a Bloch pensaba que el optimismo es la virtud teológica de un Dios nuevo y de una nueva religión, la virtud de la historia divinizada, de una "historia" de Dios, del gran Dios de las ideologías modernas y de sus promesas. Esta promesa es la utopía, que debe realizarse por medio de la "revolución", que por su parte representa una especie de divinidad mítica, por así decirlo, una "hija de Dios" en relación con el Dios-Padre "Historia".
En el sistema cristiano de las virtudes la desesperación, es decir a oposición radical contra la fe y la esperanza, se califica como pecado contra el Espíritu, porque excluye su poder de curar y de perdonar, y se niega por tanto la redención.
En la nueva religión el pesimismo es el pecado de todos los pecados, y la duda ante el optimismo, ante el progreso y la utopía, es un asalto frontal al espíritu de la edad moderna, es el ataque a su credo fundamental sobre el que se fundamento su seguridad, que por otra parte está continuamente amenazada por la debilidad de aquella divinidad ilusoria que es la historia.
(continuará...)
J. Ratzinger. "Mirar a Cristo"
viernes, diciembre 12
Decir cosas o no decir
Cuídate cuanto puedas de alborotos y bullicio.
Mucho estorba ocuparse de diversas gestiones incluso si se realizan con sana intención.
Rápidamente nos mancha la vanidad y nos aprisiona.
Preferiría muchas veces haber callado
y no encontrarme entre la gente.
Pero ¿Por qué motivo con tanto placer hablamos
y entre nosotros la pasamos charlando
si rara vez, sin herir nuestra conciencia,
volvemos al silencio?
Será que hablamos con tantas ganas
porque buscamos consuelo en los demás
y a nuestro corazón, fatigado por tantas preocupaciones
queremos aliviar.
Y muy gustosamente buscamos hablar y compartir
de lo que amamos o deseamos
o de lo que nos contradice;
Pero ¡qué lástima! Vacía e inútilmente.
Estos consuelos externos
afectan no poco
a los interiores y divinos.
Por eso debemos estar vigilantes y orando
no se nos pase el tiempo sin fruto.
Si es justo y conviene hablar
debe decirse lo que edifique.
La mala costumbre y el descuido del propio progreso contribuyen al descontrol de nuestra lengua.
Ayuda muchísimo al desarrollo interior
la devota conversación sobre asuntos espirituales
principalmente cuando varias personas
que tienen similares intereses y ánimo
se juntan en Dios.
Imitación de Cristo. Cap. X
T. Kempis
miércoles, diciembre 10
CRUZADA SAMURAI
Todo esto es demasiado misterioso como para que este almacenero agregue una sola palabra a la cuestión.
si quieren leer algo mas aquí hay algo.
miércoles, diciembre 3
A cada uno según su estado
"El Evangelio de hoy es el comienzo de la narración sintética que hace San Lucas sobre el Bautista desde el comienzo de sus prédicas hasta el bautismo de Cristo. Marca cuidadosamente la fecha y el tema de su predicación.
Marca la fecha de acuerdo a la costumbre antigua, por las autoridades: "Marco Servilio et Publio Clodio consulibus, Cuando eran cónsules Marco Servilio y Plubio Clodio", como cuando decimos: "esto pasó en el tiempo de Yrigoyen" o "esto pasó cuando cayó Frondizi". Cuando cayeron es más fácil de recordar, a mí me pusieron preso cuando cayó Perón.
La religión católica es una religión histórica: su origen está situado en el tiempo histórico y una región histórica -en el Imperio mas grande que ha existido y en su tiempo mas glorioso, el siglo de Augusto- a diferencia de todas las otras grandes religiones, cuyo origen se pierde en la niebla o bien en regiones no históricas: la vida de Buda o de Mahoma es un amasijo de leyendas. La vida de Cristo nos llega en cuatro crónicas de testigos presenciales con toda la finura del estilo oral hebreo y escritas en la lengua más fina y civilizada del mundo, el griego.
Poco después los cristianos eran conocidos en Roma; los dos historiadores máximos, Tácito y Suetonio nombran a los cristianos; Tácito nombra a Cristo, "Cresto" lo llama; y los Padres Apostólicos, empezando por las cartas de San Ignacio Mártir, y la "Didajé" del siglo II, comienzan a citar los Evangelios lo mismo que los herejes, lo que prueba su autencía, porque eran contemporáneos. Si por un imposible los cuatro Evangelios se perdieran, su texto se podría reconstruir con las citas de los Santos Padres. En suma, el nacimiento del Cristianismo y de su fundador está bajo una especie de luz de reflector; y así San Lucas enumera tranquilamente las autoridades civiles y religiosas de Palestina cuando comienza a predicar Juan. No le duelen las prendas.
La materia de las prédicas de Juan es simple y curiosa.
Predicaba dos cosas: la moral natural por un lado y que el Mesías ya estaba presente: y e´l, Johanam, era el Indicador. La moral natural era necesaria como preparación para la moral del Mesías; los rabinos hebreos habían enredado inextrincablemente la moral, y con pretexto de dar una moral sobrenatural daban una moral antinatural (como les pasa a algunos curas hoy día), una moral sobrecargada de preceptos, a veces fútiles, que no se podría no digo practicar, pero ni retener. El Bautista corta por lo sano, predicando la moral natural elemental: a todos en general les predicaba el arrepentimiento y la limosna; y a cada uno, los deberes del propio estado.
Primero se desataba en amenazas y en la predicción de una próxima gran limpieza; y cuando al ir a bautizarse (a recibir el "bautismo de penitencia") le preguntaban: "¿Qué tengo que hacer?" , les respondía con los deberes de su propio estado, que suelen ser cifra de todos nuestros deberes, porque si no eres buen relojero, o buen milico, o buen casado, ¿cómo serás buen hombre?
San Lucas pone dos ejemplos: a los empleados públicos, a los publicanos (que en Inglaterra todavía se llaman publicanos) les decía: "No coimeen". A los militares les decía: "No sean prepotentes y no anden reclamando aumentos de sueldo". Al Rey Herodes no le dijo: "Gobierna bien", porque ése, como otros títeres de nuestros tiempos, no gobernaba en realidad; le dijo: "No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano". A los fariseos no les decía nada, porque ésos no preguntaban nada, pelo las imprecaciones que pone en sus labios San Lucas ("raza de víboras, árboles secos, falsos hijos de Abraham") iban primeramente enderezadas a los fariseos, demagogos jefes de las turbas y maestros fallutos.
Nuestro deber de estado resume en concreto todos nuestros deberes y es la base sobre la que se asienta la moral sobrenatural.
***
En sus Epístolas San Pablo dice su deber de estado a todos: a los Obispos como Timoteo, a los Presbíteros como Tito, a los casados y casadas, a las vírgenes y viudas, a los señores y esclavos, a los ricos y a los pobres.
A las mujeres le dice algo muy simple y peculiar: "La mujer se salvará por la crianza de los hijos". ¿Y las que no tienen hijos?. Por algo semejante a la crianza de los hijos.
La moral natural no basta; ni siquiera la podemos practicar entera sin la gracia: las dos van juntas.
La herejía actual ha introducido un formón entre las dos y ha hecho saltar la moral sobrenatural, atribuyendo todas sus condiciones y poderes a la moral natural, basadas en la razón y el sentimiento del hombre, o en su orgullo como los estoicos.
Hoy día la llaman moral personalista: se ha llamado moral kantiana, moral autónoma, moral laica; y "moral sin dogmas", como la llamaba nuestro Ingenieros. (¿Nuestro? ¡De ellos!).
Es una moral falsificada y falaz, porque exige del hombre lo que él por si solo no puede cumplir. Es como si me impusieran subir a la bóveda desta iglesia y me dieran una escalera donde faltan los últimos peldaños. Yo ni con todos los peldaños completos podría subir.
Eso es el naturalismo religioso que ya les expliqué.
Los que estamos en la fe, la oración y los sacramentos no tenemos más que pensar en nuestro deber de estado, transfigurado como está por el ideal Evangélico, "Sirve al César, pero solamente y en cuanto representa a Dios, ama a tu mujer: porque para ti es una figura de Dios -un poco charlatana-; cuida de tus hijos: son de Dios.
Leonardo Castellani. Homilía del Cuarto Domingo de Adviento. Domingueras Prédicas
martes, diciembre 2
Los Obispos y La Montonera
Quizás por devolver gentilezas, la 96ª Asamblea Plenaria de los Obispos de
Algunos imaginaron que prologando el Adviento, dirían algo sobre la segunda Venida de Cristo.
Otros, sabiendo el compromiso del episcopado con la “realidad política y económica del país”, imaginaron que valientemente denunciarían los males que aquejan a este mundo: la usura, el aborto, los ataques al matrimonio por parte del lobby homosexual. Solo por mencionar algunos.
Descarto que ya no dirán nada sobre otros temas incómodos como el liberalismo, el marxismo, la perversidad intrínseca de los medios de comunicación, o la hostilidad feroz a la liturgia tradicional.
Pero no.
Aquí tenemos algunas de las profundas reflexiones que nos brindan para preparar
“Muchos signos nos hacen pensar que está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar forma” aunque hay “aprendizajes cívicos importantes.”
“Crecimos en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona humana en todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural (CDSI, 154). También maduramos en la aceptación del pluralismo, que nos enriquece como sociedad, aunque todavía persisten resabios de antiguas intolerancias”.
“No hay democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los bienes (ICN, 129), aunque entre todos debemos seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no quede sólo en una consigna o en un plano teórico o meramente emotivo”
Hay una opinión generalizada sobre la necesidad de establecer políticas públicas que, tomando como fundamento nuestra Constitución Nacional, propicien un desarrollo federal, sano y armónico de
“Es indispensable procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias constantes para la vida de
“Se deberían institucionalizar las necesarias políticas públicas para el crecimiento de toda la comunidad. Instalarlas requiere la participación y el compromiso de los ciudadanos, ya que se trata de decisiones que no deben ser impuestas por un grupo, sino asumidas por cada uno, mediante el camino del diálogo sincero, respetuoso y abierto”.
“Necesitamos aceptar que toda democracia padece momentos de conflictividad. En esas situaciones complejas, alimentar la confrontación puede parecer el camino más fácil. Pero el modo más sabio y oportuno de prevenirlas y abordarlas es procurar consensos a través del diálogo.”
Sólo el diálogo hará posible concretar los nuevos acuerdos para proyectar el futuro del país y un país con futuro.
Ello es fundamental en este tiempo, donde la crisis de la economía global implica el riesgo de un nuevo crecimiento de la inequidad, que nos exige tomar conciencia sobre la “dimensión social y política del problema de la pobreza”
Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas
Sinceramente no entendí nada. Mejor les dejo un fragmento del padre Leonardo Castellani que tampoco termino de entender pero me resulta mas claro.
"Cuando las inmensas vicisitudes del drama de
lunes, noviembre 24
Dolor de amigos
Dolor complicado.
Ausencia prolongada. Trabajo sin hacer.
Y que v'acer?
Pedir ayuda sería buena cosa. Y mucho mejor recibirla.
Así dicen que son las cosas en la posmodernidad.
¿Y donde encontrar consuelo? .
¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la compasión de los amigos?
Parece que no porque:
1. Los efectos de los contrarios son contrarios. Pero como dice San Agustín en VIII Confess. : Cuando el gozo es de muchos, en cada uno de ellos es el gozo más abundante, porque se enfervorizan y se inflaman unos a otros. Luego, por la misma razón, cuando muchos se entristecen a la vez, parece que la tristeza es mayor.
2. La amistad exige que se devuelva amor por amor, como dice San Agustín en IV Confess. Pero el amigo que se conduele se duele del dolor del amigo afligido. Luego el dolor mismo del amigo que se conduele es causa de nuevo dolor para el amigo que ya se dolía de su propio mal. Y así, duplicado el dolor, parece crecer la tristeza.
3. Todo mal del amigo contrista como mal propio, porque el amigo es otro yo . Pero el dolor es un mal. Luego el dolor del amigo que se conduele aumenta la tristeza del amigo a quien compadece. Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IX Ethic., que el amigo que se compadece en las tribulaciones consuela.
Respondo:
El amigo que se conduele en las tribulaciones es naturalmente consolador. De lo cual da dos razones el Filósofo en IX Ethic.
La primera de ellas es porque, siendo propio de la tristeza el apesadumbrar, implica la idea de cierto peso, del cual procura aligerarse quien lo sufre. Así, pues, cuando alguien ve a otros contristados de su propia tristeza, se hace como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga, como si se esforzaran en aliviarle del peso, y, por eso, lleva más fácilmente la carga de la tristeza, como también ocurre en la transportación de las cargas corporales.
La segunda y mejor razón es que, por el hecho de que sus amigos se contristan con él, entiende que le aman, lo cual es deleitable, como se ha dicho anteriormente (q.32 a.5).
Luego, mitigando toda delectación la tristeza, según se ha indicado antes (a.1), se sigue que el amigo que se conduele mitiga la tristeza.
A las objeciones:
1. La amistad se manifiesta en uno y otro caso, esto es, alegrándose con el que se alegra y condoliéndose con el afligido. Y, por consiguiente, ambas cosas se hacen deleitables por razón de la causa.
2. Aún más: La contemplación de la del amigo de suyo contristaría, pero la consideración de su causa, que es el amor, más bien deleita.
3. La respuesta es evidente por lo dicho.
Santo Tomás de Aquino. Suma Telógica, I.II q. 38
ADDENDA: Nunca pretendí ser original, pero...
¿A quien voy a convencer ahora que no había leído a Eduardo hablando de estas cosas?.
Y no lo había leído. Una lástima porque vale la pena leerlo.
martes, noviembre 18
Pesimismo en grajeas. (segunda parte)
Continuando con las grajeas acá va la segunda dosis. Esta vez apelando a la "conciencia social"
Y también es posible que Horacio tuviera razón; que fuera en sus tiempos cuando se inició el camino que llevó a Horatius sobre el puente de Heracleius en el palacio; que si Roma no se iba inmediatamente “a los perros”, los perros iban hacia Roma y su aullar lejano se oyó por primera vez en aquella hora de águilas alzadas; que había empezado un largo progreso que también era una larga decadencia, pero terminó en
Digo que esta opinión puede al menos defenderse, aunque en realidad no es la mía; pero es suficientemente razonable para rehusar descartarla junto con la jovialidad barata del axioma corriente. Ha habido y puede haber algo como una decadencia social, y el único interrogante es, en un momento dado, si Bizancio había decaído y si Gran Bretaña está decayendo. Dicho con otras palabras, debemos juzgar cualquier caso de pretendida degeneración según sus propios merecimientos.
No constituye una respuesta decir lo que, por supuesto, es perfectamente cierto: que algunas personas tienen propensión natural a ese pesimismo. No las estamos juzgando a ellas, sino a la situación que juzgaron acertada o desacertadamente. Podemos decir que a los escolares les ha disgustado siempre tener que ir a la escuela. Pero existe una cosa que es una mala escuela. Podemos decir que los agricultores siempre se quejan del tiempo. Pero hay una cosa que es una mala cosecha. Y tenemos que considerar como una cuestión de hecho de cada caso, y no de sentimientos del agricultor, si el mundo espiritual de la moderna Inglaterra tiene en perspectiva una mala cosecha.
Ahora bien, las razones para juzgar amenazante y trágico el problema actual de Europa y especialmente de Inglaterra son razones enteramente objetivas y nada tiene que ver con esta disposición de ánimo de reacción melancólica.
El sistema actual, llamémoslo capitalismo o cualquier otra cosa, particularmente tal como existe en los países industriales, ya ha llegado a ser un peligro y se está convirtiendo rápidamente en una amenaza de muerte.
El mal se advierte en la experiencia privada más ordinaria y la ciencia económica más fría.
Para tomar primero la prueba práctica, no sólo lo sostienen los enemigos del sistema, sino que lo admiten sus defensores. En las disputas obreras de nuestro tiempo no son los empleados, sino los empleadores quienes declarar que el negocio anda mal. El hombre de negocios que prospera no está defendiendo la prosperidad: está defendiendo la quiebra, La causa a favor de los capitalistas es la causa contra el capitalismo.
Lo mas extraordinario es que su representante tiene que echar mano de la retórica del socialismo. Dice simplemente que los mineros o los obreros ferroviarios deben proseguir su trabajo “en beneficio del público”.
Se notará que los capitalistas ya no usan nunca el argumento de la propiedad privada. Se limitan por completo a esta especie de versión sentimental de la responsabilidad social general. Resulta divertido leer lo que dice la prensa capitalista sobre los socialistas que abogan sentimentalmente por gentes “fracasadas”. Y ahora el argumento principal de todo capitalista en toda huelga es el de que él mismo está al borde del fracaso.
Tengo una objeción simple a este argumento simple de los periódicos que hablan de huelgas y de peligro socialista. Mi objeción es que su argumento lleva derecho al socialismo. En sí mismo, no puede llevar a nada más.
Si los obreros deben seguir trabajando porque son servidores públicos, sólo puede deducirse que deberían ser servidores de la autoridad pública. Si el gobierno debe obrar en beneficio del público, y no hay más que decir, entonces es evidente que el gobierno debería encargarse de todo el asunto, y no hay más que hacer. Yo no cero que la cuestión sea tan simple como esto; pero ellos si lo creen.
No creo que este argumento a favor del socialismo sea concluyente. Pero según los anti-socialistas, el argumento prosocialista es concluyente. Hay que considerar solamente al público, y el gobierno puede hacer lo que le plazca siempre que considere al público. Presumiblemente puede hacer caso omiso de la libertad de los empleados y forzarlos a trabajar, tal vez encadenados. También es presumible que puede hacer caso omiso del derecho de propiedad de sus empleadores y pagar al proletariado si fuera necesario, con lo que saca de los bolsillos de aquéllos. Todas estas consecuencias se siguen de la doctrina altamente bolchevique que cada mañana pregona la prensa capitalista. Eso es todo lo que tienen que decir; y si eso es lo único que hay que decir, entonces lo otro es lo único que hay que hacer.
En el último párrafo se señala que abandonarnos a la lógica de los editorialistas que escriben sobre el peligro socialista sólo podría llevarnos derecho al socialismo. Y como algunos de nosotros se niegan sincera y enérgicamente a ser llevados al socialismo, hemos adoptado hace tiempo la alternativa más difícil: la de tratar de pensar en las cosas.
Y seguramente iremos a parar al socialismo, o a algo peor que se llamará también socialismo, o al simple caos y la ruina, si no hacemos un esfuerzo para ver la situación en su titalidad, aparte de nuestros enojos inmediatos.
Ahora bien, el sistema capitalista, bueno o malo, verdadero o falso, se apoya en dos ideas: la de que el rico siempre será sugificientemente rico para pagar salarios al pobre, y la de que el pobre siempre será bastante pobre para querer ser asalariado. Pero también supone que cada una de las partes está negociando con la otra, y que ninguna de las dos piensa en primer término en el público.
El dueño de un ómnibus lo explota a beneficio propio, y el hombre más pobre consiente en manejarlo a fin de procurarse una paga. De modo similar, el conductor de ómnibus no está henchido de un abstracto deseo altruista de manejar bien un ómnibus lleno de gente en vez de una caña veteada. No desea manejar ómnibus porque su manejo constituya las tres cuartas partes de su vida. Está haciendo su negocio por la paga mas alta que puede obtener. Ahora bien, el argumento favorable al capitalismo decía que, mediante ese negocio privado, se servía realmente al público. Y así fue durante un tiempo. Pero si tenemos que pedir a cualquiera de las dos partes que prosiga beneficiando al público, el único argumento original en pro del capitalismo se desploma por completo.
Si el capitalismo no puede pagar tanto como para tentar a los hombres para que trabajen, el capitalismo está, según lo principios capitalistas, en simple bancarrota.
Si un comerciante en té no puede pagar a los empleados y no puede importar té si no tiene empleados, su negocio quiebra y se acaba. En las antiguas condiciones capitalistas nadie dijo que los empleados deberían trabajar por menos a fin de que alguna anciana pobre pudiera tomar una taza de té.
lunes, noviembre 17
Buen caballo
¿Quiere Dios, acaso, que nos entristezcamos, quiere que despreciemos sus bienes, los bienes que nos da por la Naturaleza?
NO: quiere que gocemos de ellos, pero quiere también que estemos dispuestos a dejarlos, si Él lo pide.
Porque son de Él, como nosotros somos de Él.
Somos sus servidores. Somos su “cabalgadura”. Nos quiere buen caballo.
Cuando Él nos afloja las riendas, galopemos, cuando nos sujeta, sujetemos, cuando nos “vuelca”, volquemos. Toda nuestra potencia, toda nuestra energía vital, usémosla en su servicio.
Y como buen caballo, que no necesitemos de riendas ni de espuelas: respondamos a la leve presión de Sus piernas: a su Inspiración, más que a sus Mandatos.
Alonso de Escobar. Meditaciones ociosas.
miércoles, noviembre 12
Pesimismo en grajeas.
Recordando el mentado discurso de Obama quizás resulte oportuno traer al almacén un ensayo de G.K. Chesterton.
La cosa viene en grajeas, todavía no se cuántas. Las que sean necesarias, no sea que ose este almacenero recortar ni una brizna de semejante maravilla.
"Cuando por un momento estamos satisfechos, o hartos, después de haber leído las últimas noticias de los círculos sociales mas altos, o de los informes mas exactos de los tribunales de justicia más responsables, nos volvemos naturalmente al folletín del diario, que se llamará “Envenenado por su madre” o “El misterio del anillo de compromiso rojo” en busca de algo más tranquilo y más serenamente convincente, mas descansado, más doméstico y mas como la vida real."
"Pero a medida que vamos volviendo las páginas, al pasar de la realidad increíble a la ficción relativamente creíble, es probable que nos encontremos con una frase particular sobre el tema general de la degeneración social. Es una de las varias frases que parecen guardarse ya estereotipadas en las imprentas de los diarios. Como la mayoría de estas declaraciones sólidas, es de carácter consolador. Es como el encabezamiento “Esperanzas de Arreglo” por el cual nos enteramos de que las cosas están desarregladas; o ese asunto de “Renacimiento de
"El dicho al cual me refiero corre así: que los temores acerca de la degeneración social no deben inquietarnos, porque tales temores se han manifestado en todas las épocas; y siempre hay personas románticas y retrospectivas, poetas y demás basura, que miran atrás, a “felices tiempos viejos” imaginarios"."
"Lo propio de tales afirmaciones es que parecen satisfacer a la inteligencia; en otras palabras, lo propio de tales pensamientos es que nos impiden pensar. El hombre que así ha elogiado el progreso no cree necesario regresar jamás. El hombre que ha desechado una queja por vieja no considera necesario decir nada nuevo. Se contenta con repetir esta disculpa de las cosas existentes; y parece incapaz de ofrecer ningún otro pensamiento sobre el tema."
"Claro está, es bien cierto que esta idea de la decadencia de un Estado ha sido sugerida en muchas épocas y por muchas personas, algunas de ellas, por desgracia, poetas. Así, por ejemplo, a Byron, tan notoriamente taciturno y melodramático, de un modo o de otro se le había metido en la cabeza que las islas de Grecia eran menos magníficas en cuanto a artes y armas en los últimos tiempos de la dominación turca que en tiempos de la batalla de Salamina o
"Algunos más carentes de Optimismo, que es el alma del comercio, han hecho una comparación igualmente perversa entre las condiciones anteriores y últimas de la aristocracia comercial de Holanda. Otros han llegado a sostener que Tiro y Sidón no están tan en su apogeo como lo han estado; y una vez alguien dijo algo acerca de “las ruinas de Cartago”."
"En un lenguaje algo más sencillo podemos decir que todo este debate deja un hueco grande y evidente. Cuando un hombre dice: “La gente era tan pesimista como ustedes en las sociedades no ya decadentes, sino en las florecientes”, está permitido responder: “Sí, y la gente era tan optimista como usted en las sociedades realmente decadentes” Porque después de todo, había sociedades realmente decadentes."
"Es verdad que Horacio decía que cada generación parecía peor que la anterior, sobreentendiendo que Roma estaba perdida, en el preciso momento en que todo el mundo extranjero caía bajo las águilas. Pero es probable que un último y olvidado poeta de corte, elogiando al último Augústulo olvidado en la ceremoniosa corte de Bizancio, contradijera todos los rumores sediciosos de decadencia social, exactamente igual que nuestros periódicos, alegando que, después de todo, Horacio había dicho lo mismo".
G.K. Chesterton, El Perfil de la Cordura. "EL PELIGRO DE LA HORA"
lunes, noviembre 10
Obama y el Evangelio
OBAMA dice en su discurso de victoria que
“A aquellos, a aquellos que derrumbarían al mundo: os vamos a vencer”.
“A aquellos que buscan la paz y la seguridad: os apoyamos”.
“Y a aquellos que se preguntan si el faro de Estados Unidos todavía ilumina tan fuertemente: esta noche hemos demostrado una vez más que la fuerza auténtica de nuestra nación procede no del poderío de nuestras armas ni de la magnitud de nuestra riqueza sino del poder duradero de nuestros ideales; la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza firme”.
Sus arengas me trajeron ante los ojos estas largas letras que aquí dejo.
La tierra nunca ha sido un paraíso pero jamás ha sido, como hoy, un infierno.
Los hombres nunca han sido felices, pero jamás estuvieron como hoy, ten rabiosamente desesperados.
La vida para nadie ha sido una madre amorosa, pero jamás fuñe como hoy, una tan fiera enemiga.
Los ricos jamás han sido tan ricos, las bestias jamás han sido tan bestiales, los ciegos tan vacilantes, los dóciles tan indóciles, los patrones tan impotentes, los inquietos tan feroces.
Una experiencia de cinco años, un ciclópea experiencia de asesinato, de hurto, de mentira, de llanto, nos ha colocado frente a la anatomía de nuestro ser.
Todo por recomenzar. Diez millones de hombres muertos por hombres, empudrecen bajo una tenue capa de tierra; veinte millones de hombres, elegidos por la peste, han sido escondidos en los cementerios; las ciudades quemadas por el fuego, destruidas por los terremotos, ensangrentadas por los hermanos, pobladas de hambrientos, de frenéticos, de envidiados y de envidiosos, de rostros enloquecidos, de vivos enmudecidos, asemejándose a las necrópolis de una quiebra orgiástica y sobrenatural; el fondo de los mares está sembrado de trigo que no florecerá jamás y que habría proporcionado pan a pueblos enteros durante inviernos y primaveras; los imperios con sus emperadores, los reinos con sus reyes, han caído en el tiro al blanco de la historia bajo los disparos de los fusiles que ellos mismos habían ordenado fabricar; y las mujeres han muerto y también los niños, antes de haber comprendido que era un bien el morir.
Y luego de esta anticipación titánica de la Gehena, todo ha recomenzado como antes.
Los hombres han continuado en el mentir y el matar. Han mentido, para así poder más tranquila y eficazmente matar, y siguen matando para no confesar sus mentiras. En 1914, cansados de odiarse, los pueblos de la civilización comenzaron a masacrarse cada uno en familia. Aún no existen ni suficientes muertos para saciar su hambre, ni suficientes mentiras para calmar sus inquietudes. Se ha considerado que la manía de poseer más dinero, más tierras, mas cosas, ha llevado al exterminio y a la miseria; que cada metro de tierra ha sido pagado con toneles de sangre y que las cosas, como materia infecta, han muerto a quien las poseía. No importa. Se piensa únicamente en adquirir dinero, en aumentar las posesiones y las cosas. Los individuos como los pueblos, en lo bajo y en lo alto. Caliban está en el mismo camino de Mamón.
El presidente victorioso y el siervo enriquecido poseen la misma psicología. Apropiarse, arrebatar, comer: peor para los muertos, peor para quien no sabe apropiarse de la parte más grande. Millares o millones, huertos o provincias, zapatos o minas. No existe otro dios que la cantidad, que ha exigido, para comenzar, la inmolación de gran parte de sus fieles. La experiencia homicida es como si no hubiese existido. Más bien: como si hubiera sobrevenido tan sólo para agravar las causas que la produjeron, para agigantarlas hasta el punto de hacer necesaria otra experiencia aún más cruel y homicida.
Ni siquiera la paradoja de las consecuencias visibles ha frenado la carrera hacia la condenación. Se ha combatido para destruir un imperialismo y se ha fortalecido otro; se ha combatido para batir el militarismo y se ha creado el espíritu militarista aun donde éste no existía; se ha combatido por la libertad y nos hallamos mas esclavizados que antes, se ha combatido en pro de la verdad y solo hemos aspirado los densos vapores de la mentira; se ha combatido por la igualdad de los grandes y de los pequeños pueblos y hemos sometido mas despiadadamente los pueblos débiles a los fuertes, los pueblos pobres a los ricos; se ha combatido por la libertad del mundo y el mundo se halla sujeto a la cadena de pocos que tienen en sus manos el Hierro y el Oro; se ha combatido por la Democracia y los hombres se hallan a merced de las minorías demagógicas en Oriente y las minorías plutocráticas en Occidente; se ha combatido para ser más ricos y todos somos mas pobres, a excepción de pocos enriquecidos a quienes todos odian y amenazan; se ha combatido contra los reyes por derecho divino y nos hallamos a merced de los emperadores de los bancos, del carbón, del petróleo, del maíz, de la prensa; se ha combatido con la esperanza de no combatir jamás, y la guerra continúa aún en todos los frentes, en las calles transformadas en trincheras, en los palacios hechos fortalezas: la guerra interna, la guerra entre el Brazo y el Dinero, entre Mamón y Calibán, entre Materia y materia; se ha combatido para saciar con más holgura nuestra hambre de pan, hambre de amor y de verdad.
Pero los hombres no tienen el coraje de renegar de si mismos. No se atreven a confesar que estaban sumergidos en el error ya antes de la guerra, en el error aún hoy día en las innumerables guerras internas y civiles que no matan solamente los cuerpos.
No quieren reconocer su error.
Ahora se dan cuenta, los hombres, de su enfermedad; saben que poseen, como decía Jacopone, L’ anema enfracedata, el alma putrefacta. Comprenden que el mundo no puede seguir así; que debe existir algún desperfecto y algo gastado en la máquina del mundo humano; que el corrompido Hamlet ha contagiado, desde la pequeña Dinamarca, todas las superficies habitadas.
Y buscan desesperadamente un remedio, una curación, una salvación, un milagro. Pero no saben buscar. No comprenden que jamás podrán encontrar allá donde buscan. Acostumbrados desde siglos a no reconocer otra cosa que la presencia y la importancia de lo externo, de lo físico, de lo visible, de lo materia, ellos se dirigen, para descubrir la salud, hacia aquel mundo que para ellos es el único mundo real. Escuchad sus discursos –aún aquellos que parecerían destinados a mantener y defender otros valores- y comprenderéis que han cifrado sus esperanzas solamente en lo exterior. Cambios de clases, desplazamientos de aristocracias, sustitución de una dictadura por otra de proletariados, modificación de regímenes, de sistemas económicos, de códigos, de leyes, de ordenamientos y divisiones. Hombres nuevos al puesto de los viejos, hombres vacíos en lugar de los ahítos; palabras rusas o inglesas en lugar de las francesas o latinas.
Hay quien cree poder reforzar a los añosos leviatanes mediante un barnizado rojo; quien pretende destruir todos los trampolines de los anciens régimes para fundar nuevos edificios de las naciones a lo largo de las calles de la única archimetrópolis republicana y socialista; quien cree necesario asirse de los mitos masónicos, de los bastiones nacionalistas, de los sindicatos de la inteligencia, de los pilares de la autoridad. Un retoque a las tasas, una purificación de la trampera representativa, una reforma liberal, una multiplicación de escuelas y de librerías, constituyen, para otros, específicos suficientes para producir el reflorecimiento de las rosas en las descarnadas mejillas de la humanidad convaleciente.
No se habla de otra cosa que de reformas y de constituyentes, de partidos viejos que rejuvenecen, de partidos nuevos ya decrépitos, de soviets y consejos de fábricas, de sindicatos amarillos, blancos, negros y escarlatas, de tarifas y de participaciones, de trucos tributarios y de tierras prometidas, de utopías rejuvenecidas y demás literaturas.
El clínico y el observador desapasionado tienen el derecho de sonreír ante este enfermizo afán de los medicuelos de plaza, ante este cafarnaum de cataplasmas. El hombre de corazón, que sabe padecer, contempla con desesperado estupor cómo todos han permanecido aun ahora, después de una prueba de irrefutable claridad, en el clima mismo cuya maligna vegetación provocó el desastre.
Quieren cambiar pero permanecen como eran.
Quieren cambiar el personal dominante y las leyes escritas, los métodos políticos y la distribución de los bienes, pero permanecen todos, unánimemente, en lo mecánico, en lo puramente externo. Quieren cambiar sus posiciones de clase o de raza, pero no saben y no quieren cambiar los valores internos; quieren cambiar las cosas, pero no piensan que nada cambiará mientras no se cambien, desde el fondo, las almas.
Los valores hoy admitidos por todos, por los siervos y los patrones, por los bolcheviques y los imperialistas, por los secuaces de Caliban y por los sectarios de Mamón, son siempre los mismos, LODE de antes, los valores creados en los últimos siglos, los valores del Renacimiento de la Reforma, de la Revolución Industrial y de la Revolución Proletaria .los valores modernos, ya abierta o implícitamente venerados por todos- Estos valores reconocidos por el mendigo y por el millonario, por el sacerdote y por el ateo, por Lenin y Morgan, dominaban antes de la guerra y son los que hacen proseguir las guerras que conducen a todas las catástrofes, a todas las destrucciones, a todas las revoluciones.
Son los valores que en estos últimos siglos hemos colocado en lugar de los antiguos. La cantidad en lugar de la Calidad, lo Externo sobre lo Interno, el Egoísmo en lugar del Amor, la manía del Primado en Lugar de la Humildad, la manía de la riqueza en lugar de la alegre aceptación de la Pobreza, la presunción de la cultura (conglomerado de nociones y de símbolos) en lugar del perfeccionamiento Moral y de la Santidad.
Lo Útil, la Envidia, el ansia de Mando, de la Producción, de la Comodidad, de lo Superfluo, han realizado lo restante.
Hemos vivido hasta ahora en procura de la primacía de estos cuatro valores y hoy morimos por ellos y para ellos.
Para vivir hemos de tener el coraje de renegar de ellos. Reconocer que nos hemos equivocado.
Hemos seguido a la razón y la ciencia y nos hemos equivocado. La prueba de nuestro error está en la matanza y en el dolor de ayer, en la desesperación de hoy. Una civilización que lleva a tan espantosos efectos es una civilización que vive en el error, y está fundada en el error. No basta cambiar los regímenes y los estatutos.
Han de ser cambiadas sin retardo las almas de los hombres. Todos los males que padecemos, no provienen de lo externo sino de lo interno, no se originan únicamente de los demás sino de cada uno de nosotros, no de la materia hostil sino de nuestro espíritu que es mas inerte que la materia.
A los valores modernos, a los valores homicidas que nos han ensangrentado hasta hoy las manos y nos han envenenado el corazón y manchado la vida, hemos de sustituirlos con los valores eternos, precisamente los contrarios de los valores reinantes.
Cambiar la faz de la tierra y todas las constituciones, de nada aprovechará, nada significará, mientras no sea renovada y rejuvenecida el alma de cada uno de nosotros. Quien pretende lograr la salvación fuera del alma, es un ciego guía de ciegos.
Existe, más aún, una guía en la que podemos –aún hoy- encontrar los principios de este “segundo nacimiento”, y a quien por fuerza habremos de volver si no queremos morir en las torturas de las últimas desesperaciones.
Es un pequeño volumen dividido en cuatro pequeños libros, escrito diez y nueve siglos ha.
Todos lo conocen, muchos lo leen, nadie lo sigue.
Se llama el EVANGELIO DE JESUCRISTO".
Giovanni Papini 1919
La escala de Jacob.
miércoles, noviembre 5
¡Dí schibboleth! ... y ninguna puerta se abrirá
En efecto, la cuestión entre nosotros no es saber si, supuesta la contumacia del siglo, convenga soportar con paciencia lo que está bajo nuestro poder, y entre tanto dedicarse con empeño a evitar mayores males y a obtener los bienes que aún son posibles.
Sino la cuestión es si conviene aprobar aquella condición social que introduce el liberalismo, celebrar con encomios los principios que son el fundamento de este orden de cosas y promoverlos con la palabra, con la doctrina, con las obras, como lo hacen aquéllos que simultáneamente con el nombre de católicos se atribuyen el nombre de liberales.
Y éstos son, sobre todo, quienes nunca aprovecharán nada, porque cojean por ambos pies, e, intentando en vano una manera de conciliación, ni son reconocidos por los hijos de Dios como genuinos, ni recibidos por los hijos de
Vienen por cierto al campamento de éstos con la tésera o símbolo de los principios del 89, pero como pronuncian mal el símbolo se les prohíbe la entrada.
Se lee en el libro de los Jueces (12, 5,6) que los galaaditas que luchaban contra los efrateos, habiéndoles vencido, se habían conjurado para que ninguno de los fugitivos de Efraím saliese salvo.
Y así también sucede en la puerta de ingreso al campamento del liberalismo. A quienes quieren entrar se les dice: di pues schibboleth, que significa secularización de la sociedad.
Interesa, empero, si lo pronuncian bien o mal.
Ahora bien, los católicos liberales sufren en esto un defecto en la lengua, y no pueden proferir la palabra sacramental como es debido. Por consiguiente, no son admitido, y no obtienen fruto ni con los hombres ni con Dios, porque verifican en sí aquel dualismo del cual dice
Uno ora y el otro maldice, ¿a la voz de quien prestará Dios oídos?
Louis Billot. El error de liberalismo
lunes, noviembre 3
¡Un jabalí!, por Tutatis
Pero unos amigos ya lo han dejado a alcance de la mano en esta dirección.
Estuve descansando y me dediqué a lecturas mas arduas.
Disculpen pero pienso participarlos.
Estas lecturas, que por raza, afición y gusto no podré abandonar jamás fueron interrupidas para labores culinarias y en ese transe me vino a la cabeza la imagen del jabalí.
Dispuesto a dar cuenta, cual Obelix bajo las estrellas, de un banquete, me encontré con que Charbonneau-Lassay cuenta que el cristianismo fue severo con el fogoso animal.
Pero como siempre pasa con ese fantástico Bestiario, mas adelante se refiere al "chacho" como "imagen del justo, independiente y valeroso frente a los adversarios del Bien y a los enemigos de su alma".
Un exceso, pensé, y graciosamente la conjunción que teje San Paulino de Nola me terminó de alegrar la víspera:
El obispo le escribe a uno de sus corresponsales:
jueves, octubre 23
Matrimonios convenientes
A través del Zenit me llegó una entrevista al autor del libro "Noviazgo: ¿seguros? Ideas para acertar"
Según dice el entrevistado, “el libro no ofrece recetas, sino testimonios e ideas que iluminan para decidir bien sobre el amor”.
Las “ideas” sobre “la importancia de acertar en la elección”, las “pistas” para crecer en la "inteligencia emocional" o la tajante afirmación: "Lo que decidas que sea tu noviazgo será tu futuro matrimonio" me dejaron algo perplejo.
No entiendo muy bien que está diciendo cuando afirma
“Si se cultivan los pasos del noviazgo, el éxito del matrimonio, de algún modo, está garantizado por ese aprendizaje en el amor”.
o que
“cuando se hayan conocido lo suficiente como para saber que por su compatibilidad de caracteres, valores, y proyecto de matrimonio, ese amor proyectado en el futuro será un matrimonio de verdad”.
Pero mucho menos entiendo cuando el padre Rafael Hernández Urigüen suelta que en su libro
“Hay referencias valiosas para evitar el machismo cultural y conseguir que el hombre respete a la mujer desde su primera infancia valorando lo que Juan Pablo II denominó "genio femenino"”.
Todo esto me huele a algo que vi hace un tiempo y que ironiza sobre la parte del noviazgo que mas le preocupa al padre: las relaciones prematrimoniales.
Pero mejor que hablar, cosa impropia para este almacenero, es oír a un padre sabio que habla con su hijo sobre estas cosas.
"La esencia de un mundo caído consiste en que lo mejor no puede obtenerse mediante el libre gozo o mediante lo que se llama “autorrealización” (por lo feneral, un bonito nombre con que se designa la autocomplacencia, por completo enemiga de la realización de otros “autos”), sino mediante la negación y el sufrimiento. La fidelidad en el matrimonio cristiano implica una gran mortificación. Para el hombre cristiano no hay escape".
"El matrimonio puede contribuir a santificar y dirigir los deseos sexuales a su objetivo adecuado; su gracia puede ayudarlo en la lucha; pero la lucha persiste. No lo satisfará, del mismo modo que el hambre puede mantenerse alejada mediante comidas regulares. Ofrecerá tantas dificultades para la pureza propia de ese estado, como procura alivios. No hay hombre, por fielmente que haya amado a su prometida y novia cuando joven, que le haya sido fiel ya convertida en su esposa en cuerpo y alma sin un ejercicio deliberadamente consciente de la voluntad, sin autonegación".
"A muy pocos se les advierte eso, aun a los que han sido “criados en
¡Sólo un hombre muy sabio al final de su vida podría decidir atinadamente con quién podría haberse casado con más provecho entre el total de oportunidades posibles!
"Casi todos los matrimonios, aun los felices, son errores: en el sentido de que casi con toda certeza (en un mundo mas perfecto e incluso con un poco mas de cuidado, en este tan imperfecto) ambos cónyuges podrían haber encontrado compañeros mas adecuados. Pero el verdadero “compañero del alma” es aquél con el que se está casado de hecho".
"Es muy poco lo que escoge uno mismo: la vida y las circunstancias lo hacen casi todo (aunque si hay un Dios, éstas deben ser Sus instrumentos o Sus apariciones)"
En el amor a primera vista tenemos un atisbo, supongo, del matrimonio tal como habría sido en un mundo que no hubiera caído. En este tenemos como únicas guías la prudencia, la sabiduría (rara en la juventud, demasiado tardía en la vejez), la limpieza de corazón y la fidelidad de la voluntad".
Fragmento de una carta de JRR Tolkien a su hijo Michael, CARTAS, nº 43. Ed. Minotauro.